01 jun. 2024

Siga el baile

Depositarias de una tradición que corre el riesgo de perderse, las galoperas de la Chacarita mantienen viva una danza que forma parte de la identidad paraguaya. En la actualidad, estas bailarinas autodidactas luchan contra el desinterés de la gente y de las autoridades para salvar una costumbre bicentenaria.

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Por: Carlos Darío Torres | ctorres@uhora.com.py
Fotos: Fernando Franceschelli y Javier Valdez.
Producción: An Morínigo.

“Luciendo el kygua vera, zarcillos de tres pendientes, anillos siete ramales y el rosario de coral”. Los versos inmortales de Mauricio Cardozo Ocampo describen los adornos que visten las galoperas cuando realizan su danza hechicera en algún barrio de Asunción. Es una postal de un pasado que hoy solo se conserva en el arte de un puñado de mujeres empeñadas en no dejar morir una manifestación cultural auténticamente popular.

María Elena Giménez de López, Ña Elenita, es una de las últimas galoperas de la Chacarita, ese universo en el que conviven la esperanza de un futuro mejor con la desesperanza de una vida tan estrecha como las calles de ese arrabal asunceno, olvidado y estigmatizado.

Los abalorios han sustituido a las joyas mencionadas en La danza de las galoperas ?o La Galopera, como es mejor conocida la composición de Cardozo Ocampo? y el vestido y el typói son más modestos que los de antaño. Nada de eso puede disminuir el entusiasmo de Ña Elenita y sus compañeras, quienes aún bailan con la misma gracia y agilidad de sus años jóvenes.

“Hoy tengo 60 años y hace 14 años ya que soy galopera”, cuenta con orgullo ña Elenita. Enseguida relata que ella fue la reemplazante de Ña Chusca, una célebre bailarina, madre del exfutbolista de Cerro Porteño y de la Selección paraguaya Valentín Pachanga Mendoza.

“Cuando una muere tiene que haber un reemplazo para que esto no se termine. Y cuando Ña Chusca se quedó en cama, como ella necesitaba otra persona para reemplazarla, me eligió a mí”, se pavonea, aunque ese gesto no disminuye el aura de humildad que la envuelve y nunca la abandona.

Muchos de quienes habitan la Chacarita vinieron desde el interior a la capital en busca de mejores opciones laborales, campesinos expulsados de sus tierras por latifundistas y por la expansión de los agronegocios. Trajeron consigo sus costumbres y el amor por la música y la danza paraguayas, tan propias de quienes viven lejos de Asunción.

“Yo era empleada doméstica. Y como soy campesina, antes bailaba música paraguaya nomás, pero de manera informal. Así aprendimos a bailar La Galopera. Ña Deidamia era nuestra directora”, recuerda Ña Elenita.

Su historia es parecida a la de las demás integrantes del grupo. Como la de María Porfiria Ocampos, quien actualmente tiene 65 años y es una de las galoperas desde hace dos. “A la edad de cuatro años vine de Rosario, de General Aquino, y me instalé en la Chacarita, donde vivo hasta hoy”, manifiesta.

Ella empezó a bailar en uno de los clubes del barrio, el 3 de Febrero, el centro de los festejos por el Día de San Blas. “Yo bailo desde los siete años. Antes, todas las chicas nos íbamos a bailar al club cada San Bla Ára”, asegura, para demostrar que bien ganada tiene su condición de galopera.

Las herederas

“Quedan pocas galoperas”, dice con tono melancólico Liliana Segovia, artista y “antropóloga empírica”, quien no solo retrata a las bailarinas en sus obras, sino que también investigó sobre ellas y su arte.

“Durante siete años bajé hasta la Chacarita para hablar, convivir, comer con ellas. Y cada vez que iba era algo mágico. Esta es una tradición que se mantiene de generación en generación. Fue una lucha encontrar un espacio para que puedan enseñar esa coreografía personal que se denomina syryry y convocar a las jóvenes”, relata.

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DEFINICIONES

La galopera es la bailarina solista de la galopa y se la identifica por llevar sobre la cabeza un cántaro o varias botellas. Diccionario de la Música en el Paraguay.

La fiesta de la galopa es una manifestación ritual pagano-religiosa. Memorias de un Pychãi.

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La artista sostiene que la Chacarita debería formar parte de un corredor turístico, pero reconoce que las galoperas y el barrio están “muy olvidados” por el Estado. “El Club 3 de Febrero ahora les da mayor importancia; ahora eligen a una reina de las galoperas. Es importante que esto se mantenga y que su propia comunidad las revalorice”, añade.

Liliana lamenta que no haya ninguna iniciativa para conservar esta tradición, y afirma que las cultoras de este arte necesitan organizarse. “Hay chicas y niñas que bailan; ellas deberían hacer su propia asociación y así se podría conseguir auspicio, para la compra de sus polleras, de sus typói”, propone.

“A ellas nadie las veía, solo las utilizaban con fines políticos, les regalaban trajes que no tenían que ponerse porque parecían todas uniformadas, parecían colombianas o mexicanas y yo les instruía y les decía: ‘Ustedes son las galoperas, no acepten más estos trajes, pidan el typói original, pidan telas para que una costurera les haga como las de antes’”, afirma.

De lejos vengo

Las polleras de las galoperas eran anchas y lucían flores grandes. “La enagua era ancha con muchos encajes; cuanto más encajes, el estatus social era más elevado. Ellas trabajaban todo el año para sus trajes, para ofrecerle ese baile, con toda su gala, con toda su indumentaria, a su santo en su día, porque generalmente hacían muchas promesas a San Blas y a la Virgen de la Merced, y promesas de amor, como dice la canción de Cardozo Ocampo”, informa Liliana.

La investigadora asegura que el nombre de galopera que se les da a las bailarinas proviene de la composición de don Mauricio Cardozo Ocampo y que antes eran conocidas como las raída pot?, “pobres pero limpias”.

Para encontrar su origen y su inserción en la cultura paraguaya hay que remontarse más atrás en el tiempo. El Diccionario de la música en el Paraguay, de Luis Szarán, consigna que se piensa que la galopa “fue introducida en el país ya por los padres franciscanos, aunque aparece mencionada en crónicas de 1850. Efectivamente, en el siglo XIX ya existía una danza popular con dicho nombre y más tarde adquirió sus actuales características”.

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Es una danza cuyo nombre proviene de galop, que a su vez se define como danza de grupo, de parejas enlazadas e independientes, que se bailaba en los salones aristocráticos de Asunción hacia fines del siglo XIX. No se encuentra vigente en la actualidad, según el diccionario de Szarán.

Ya en tiempos de José Gaspar Rodríguez de Francia, cada 6 de enero se festejaba en los barrios de la Encarnación y de Ysaty el cumpleaños del dictador con galopas y kamba ra’anga, informa Fulgencio R. Moreno en su libro La ciudad de Asunción.

En él se señala que “la música foránea, o sea el ‘galop’ o la ‘galopa’ ?danza moderna de salón de origen húngaro?, no tiene nada que ver con la danza ritual creada bajo el dominio de los franciscanos en el Paraguay”.

La galopa es un baile exclusivo de las mujeres, que se danza en círculo y sin coreografía. “Cada bailarina improvisa su propia coreografía y el bailar en círculo tiene un significado importante en todas las tradiciones, en el consciente colectivo de los pueblos del mundo. Las primeras galoperas quizás vieron a indígenas bailar en círculo o lo hacían espontáneamente”, explica Liliana.

Interés mayor

La tradición de las bailarinas de la galopa se transmitía por generaciones. “Me contaba Ña Luchi, una antigua galopera ?quien falleció a los 104 años?, que las abuelas llevaban a las nietas y a las hijas a las fiestas, porque era como una fiesta grande, un karu guasu, el Día del Patrono del Paraguay”, revela la artista e investigadora.

Ese día era feriado y ellas acudían a un lugar llamado Mbiguami, “que hoy ya está loteado, cerca de Punta Karapã, donde vivía una señora que tenía la imagen del santo ?era el oratorio de San Blas? y donde ellas iban a bailar. La dueña juntaba plata cada domingo para el karu guasu. Esa tradición pervivió en la Chacarita gracias a la gente venida del interior, donde se realizaban grandes fiestas patronales”.

El barrio también esconde historias que hablan de varias de estas bailarinas que eran verdaderas celebridades, fama ganada por su belleza y donaire. En Memorias de un Pychãi, don Mauricio recuerda a una galopera a la que llamaban Saihovy, sobrenombre con el que la bautizaron los peregrinos y romeros por llevar siempre una pollera celeste.

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EL ORIGEN DE LA GALOPERA

"(En 1942) La nucleación benéfica Damas Paraguayas de Buenos Aires solicitó mi colaboración para realizar un festival presentando estampas paraguayas y recordando escenas vividas en la tierra lejana. Presenté La danza de la galopa, conocida hoy como Galopera, que es la que más satisfacciones me ha proporcionado”. Mauricio Cardozo Ocampo.

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“Su fama, su encanto, su belleza y sus dotes de bailarina de galopa trascendieron los límites de barrio y en toda Asunción era conocida y aclamada, llegando incluso a interesar al coronel Albino Jara, con quien las crónicas de la época le suponían un romance”, relata Cardozo Ocampo.

En las esquinas de México y Comuneros se hacían las famosas fiestas populares, conocidas bajo el denominativo de Tupãsy La Mercemí, que congregaban mucho público y gozaban de fama en la Asunción de entonces, consigna el libro.

“Allí fueron conocidas y festejadas las galoperas Octa (Octaviana) y Bernarda, quienes se distinguieron por sus dotes de excelentes danzarinas y singular belleza, realzadas por el marco musical de la galopa”, afirma don Mauricio.

En Loma Tarumá, hoy Caballero y República de Colombia, se destacaba “una morena de sin par belleza, deslumbrante, conocida y hábil danzarina, llamada María Po’i, esbelta, fina, de facciones perfectas y que ataba su regia cabellera negra atrás, con un magnífico kygua vera, del que caía en trenzas su pelo de azabache”.

Jóvenes de ayer

La tradición de las bailarinas de la Chacarita hoy está en manos de mujeres llenas de entusiasmo juvenil. “Tenemos entre 60 y 67 años. Creo que yo soy la menor”, manifiesta, pícara, Ña Elenita. “La abuelita (de 92 años) si no baila es capaz de patearnos”, añade entre risas.

¿Qué se necesita para formar parte del grupo de danzarinas? “Deben saber bailar la polca paraguaya y tienen que ser de nuestra edad más o menos”, responde. Ellas se encargan de comprar la ropa y las joyas de fantasía. Deben tener cuidado al perfumarse, porque las lociones manchan la ropa, que no son baratas; un vestido cuesta G. 300.000 o más.

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LA GALOPA

Su forma musical y coreográfica deriva de la polca. Es de carácter alegre y movido. No se diferencia de la polca kyre’?; es divertida, estimulante y polirrítmica con variación de acentuaciones, por lo general, en la segunda parte. Es repertorio habitual de las bandas, logrando su espíritu jocoso mediante las intervenciones de los instrumentos de percusión (plato, bombo y caja), constituyéndose en número central de las fiestas populares. Diccionario de la Música en el Paraguay.

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“Somos las depositarias de esa costumbre (las galoperas), pero quedamos pocas. Éramos 15 y ahora quedamos diez”, dice Ña Elenita. La historia de las galoperas se confunde con la de la Chacarita ?su verdadero nombre, por más que los papeles oficiales digan que se llama Ricardo Brugada?, cuna y hogar de figuras señeras de nuestra cultura, como el inmenso José Asunción Flores.

Cuidar esta tradición es responsabilidad no solo de las autoridades, sino también de la ciudadanía porque, en palabras de Liliana Segovia, “forma parte de nuestra identidad, es un patrimonio intangible del Paraguay”. Que el baile no se termine.