El hecho de que una persona en la actualidad tenga menos tiempo para el esparcimiento de la lectura, no ha detenido la curiosidad de cualquiera para saber más. Una alternativa saludable es el hecho de leer textos breves y darles más importancia a los párrafos que contienen conceptos irrebatibles.
El resumen de frases o sentencias de grandes escritores o que emergen de la sabiduría popular, son una válida alternativa. Incluso, muchas de esas frases se han incorporado a nuestro hablar diario. En cada uno de estos aciertos se puede encontrar una lección de vida, porque, sin duda, son frases que han sido escogidas porque nos ahorran expresar un concepto sin dar tantos rodeos.
Me propuse en este artículo hacerme eco de unas frases que ya se destilaron en el saber popular desde 1860, y muchas de ellas fueron recogidas en Paraguay por Ildefonso Bermejo en La Aurora. Un semanario que la atenta historiadora Margarita Durán Estragó se puso en la misión de juntar y clasificar los números que se publicaron por ese entonces en un libro facsímil, editado por el Fondec en el 2006.
Por ejemplo las siguientes frases: “No hay mal que por bien no venga”, “No es oro todo lo que reluce”, “El que disimula mal especula”, “Quien al cielo escupe, encima le cae”, “Aunque la mona se vista de seda mona se queda”, ya eran pronunciadas en el siglo XVIII en el hablar paraguayo. Había otras sentencias de estilo jocoso como: "¿Quieres ver quién es Periquillo? Dale un empleillo”, el conocido “Los perezosos siempre tienen ganas de hacer alguna cosa”, “Muchos van por lana y vuelven trasquilados” o “Estamos en un siglo tan miserable que si yo no me alabo, no hay quien me alabe”.
También se escuchaban frases morales como: “Los hombres son como las estatuas, que es necesario verlas en su lugar”, “La mucha atención que se emplea en observar los defectos ajenos, hace que muramos sin haber tenido tiempo de observar los nuestros”. Estas sentencias apuntan a una lección: “Las saetas de la maledicencia y de la calumnia están aceradas por ambas puntas, y hieren con frecuencia las manos que las disparan"; o “No hay accidente, por desgraciado que sea, de que una persona de talento no pueda sacar provecho"; o “Más fácil es juzgar del ingenio de un hombre por sus preguntas que por sus respuestas”. Esta da un sabio consejo: “Guarda qué comer y no guardes qué hacer"; o la sencilla: “El que pregunta no yerra”.
Había también algunos conceptos de autores clásicos o dichos extranjeros con frases como estas: “No se puede juzgar de la harina, hasta que el pan está cocido”, una sentencia alemana; o este dicho atribuido a Pitágoras: “Con orden y tiempo se halla el secreto de hacerlo todo y hacerlo bien”.
Este es el paneo intelectual de los decires de una época, de principios y reflexiones que la alentaban en aquel lejano semanario llamado La Aurora.
César GonzálezPáez
Periodista
cesarpaez@uhora.com.py
Rescatamos algunas frases o sentencias que se estilaban en 1860 y que Ildefonso Bermejo compiló por entonces, en su semanario La Aurora.