Todo comenzó en 2016 con el presidente Pedro Pablo Kuczynski, que pese a ser de derecha, fue blanco de la bancada fujimorista hasta 2018, cuando consiguió destituirlo por haber derrotado a su líder Keiko Fujimori.
Su reemplazo, Martín Vizcarra, corrió la misma suerte, y a su sucesor impuesto por el Congreso, Manuel Merino, lo sacó en 2020 una revuelta de cinco días en las calles de Lima.
La historia continuó con Castillo, quien libró una guerra contra el Congreso que acabó con su destitución, producida además después de que intentara cerrar al Legislativo y gobernar por decreto. Ahí empezó la historia de Boluarte.
En medio de la convulsión actual, más dura en el relegado sur andino, no hay garantía de que de las elecciones en 2023 o en 2024 salgan mejores autoridades, concluyeron ambos politólogos.
Por otro lado, la Defensoría del Pueblo llamó al Ejecutivo y al Legislativo de Perú a tomar decisiones para cambiar “el rumbo trágico” que afronta el país ante la grave crisis política y social que desde diciembre pasado ha dejado 65 muertos. “En ese escenario de notorias urgencias, la forma moralmente más repulsiva de actuar es dejar morir a la gente cuando se tiene en las manos la facultad política de pacificar y cambiar el rumbo trágico de estos días”, señaló la Defensoría en un pronunciamiento titulado “En defensa de la vida y la democracia”. AFP-EFE