Tras obtener una histórica victoria en las elecciones presidenciales, Barack Obama entra ahora en uno de los terrenos más resbaladizos de la política estadounidense: la transición al poder y la designación de legiones de funcionarios que lo acompañarán en el Gobierno.
Los analistas políticos coinciden en que Obama debe actuar rápido. Su llegada a la Casa Blanca ocurre en momentos en que tropas de su país combaten dos guerras, la economía se hunde en su peor crisis desde la Gran Depresión y los funcionarios instan a mantener alta la guardia ante a la amenaza de un ataque terrorista.
Clay Johnson, que dirigió en el 2001 el equipo de transición para el presidente George Bush, cree que EEUU no se puede permitir el promedio de 90 días que el Congreso demoró en aprobar a los funcionarios de alto rango designados por Bush. “Necesita ser mucho más rápido, particularmente en tiempos de guerra”, dijo Johnson durante un seminario sobre el proceso de transición, añadiendo que tanto la Casa Blanca como las campañas empezaron este año a trabajar anticipadamente para asegurar una veloz transferencia del poder.
El presidente demócrata tiene mucho en juego. Los mercados globales esperan noticias sobre quién será el próximo secretario del Tesoro, una pregunta que muchos esperan que Obama responda para el 15 de noviembre, cuando está programada en Washington una conferencia internacional sobre la crisis de crédito.
Las personas que Obama nomine para carteras como Defensa o Asuntos Internacionales indicarán cómo pretende la nueva administración llevar a la práctica sus promesas electorales.
Obama, hablando antes de la elección, dijo que considera que es importante tener a republicanos en su gabinete, pero dio pocas pistas sobre a quién podría elegir. “No tengo ni idea de quiénes podrían ser los candidatos”, dijo.
El período entre la elección y la asunción del 20 de enero próximo podría transformarse en un limbo político para el Gobierno de EEUU, pues las líneas del liderazgo nacional se vuelven difusas entre el presidente saliente y el entrante.
Mientras tanto, muchos funcionarios de alto rango comenzaron su propia transición, un cambio de guardia que podría implicar que muchos de los 7.000 designados políticos pierdan sus empleos, llevándose consigo la experiencia acumulada.
“En la mayoría de las oficinas públicas, la memoria se va con la administración saliente. Queda muy poco”, dijo Martha Kumar, una analista de la Towson University y cofundadora del Proyecto para la Transición en la Casa Blanca, una coalición de académicos e instituciones políticas que busca ayudar en estos procesos.
Kumar recuerda, por ejemplo, a un funcionario de la recién electa administración Clinton que llegó el primer día a su oficina y encontró seis teléfonos sonando al mismo tiempo.
El empleado pensó: “Si contesto, ¿qué voy a decir?”.
Por supuesto, la mayoría de los funcionarios federales de carrera permanecen en sus cargos y el Gobierno y las Fuerzas Armadas continúan funcionando.
Pero para muchos importantes empleados públicos, las oficinas del equipo de transición se transforman en un anticipo de la Casa Blanca, cuyos movimientos son escrutados como señales de quién irá a dónde en la próxima administración.
“Y una de las lecciones de la administración Clinton es que uno no empieza por el gabinete, sino por el personal de la Casa Blanca. Eso ayuda a montar un mecanismo para tomar decisiones”, dijo Kumar.