Por Benicio Martínez
Alicio Solalinde corrigió las franquicias que brindaba todo el sistema defensivo. Ahora, el protagonismo de Víctor Quintana como volante central no se pone en tela de juicio. De suplente, pasa a constituirse en pieza gravitante. Claro, sin la vehemencia en las pelotas divididas. Dejó de “caminar por la cornisa” y ser un potencial candidato a la expulsión.
Además, Solalinde no complicó las cosas. Se jugó por tres volantes mixtos para obstruir, capturar la pelota con prontitud y darle al que sabe: Mauricio Molina. Es decir, el técnico no sacrifica en la temática de marcar al que le puede darle ideas futbolísticas. Cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. Arriba, Ledesma y Arriola. El mismo concepto de siempre. Jugar con dos en punta.
¿POR QUÉ GANA AHORA? Prioritariamente debemos convenir que el resultado es un hecho coyuntural. Sin embargo, los cambios posicionales y de hombres pero primordialmente de conceptos, inciden superlativamente para modificar la suerte deportiva del equipo. Una perlita de ejemplo. Las proyecciones racionales de los laterales, Roberto Bonet por derecha y Diego Ciz por izquierda ubican al equipo en permanente ataque con posibilidades ciertas.
SE DEBE AGGIORNAR. Oscar Paulín debe manejar otras opciones desde el punto de vista táctico. Distribuye a sus hombres con dos líneas de cuatro, un media punta, Emilio Ibarra y un punta-punta, Gilberto Palacios. La intención es llegar con los dos volantes por fuera, Paniagua por derecha y Silva por izquierda. Como en la práctica no ocurrió con asiduidad, Palacios quedó más solo que Stroessner, tras el golpe, en el Día del Amigo. Urge una revisión a fondo del libreto.
LA FIGURA
Ángel Ortiz
No importa que juegue como volante por derecha o en el centro, su calidad es la misma. Recupera pelotas y se suma al ataque con determinación; es un todoterreno. El fútbol paraguayo recupera a un jugador excepcional.