Cuando suceden hechos tan atroces como el de la niña de 13 años, sometida a una violación colectiva en el local del Arsenal de la Armada Nacional por los soldados. O situaciones tan indignantes como el que un cura hallado culpable de abusar de un niño haya sido condenado apenas a dos años de cárcel, con suspensión de la pena, a cambio de donar G. 5 millones a un hospital, alarma confirmar cuán profundo es el deterioro moral de la sociedad.
Estamos hablando de hechos de barbarie, de la persistencia de una mentalidad salvaje, de un entramado social en el que pervive un machismo violento, como el que exteriorizaron los 13 soldados de la Armada con su criminal acto, y por amplios sectores de la sociedad que, antes que solidarizarse con la víctima, condenan a esta por acudir “a la boca del lobo”; y a su madre, por “descuidar a la niña”.
Es la sociedad en la que, como dice la ministra de la Niñez y la Adolescencia, se ve como mero objeto a las personas del sexo femenino. La que se retroalimenta constantemente con titulares de la prensa sensacionalista que justifica un caso de feminicidio, resaltando que un hombre asesinó a la esposa porque esta “era muy celosa”.
Es la sociedad donde hasta hace unas décadas la mujer estaba condenada a tener como máxima aspiración casarse, convertirse en ama de casa y criar a los hijos, sin ninguna posibilidad de pensar siquiera en realizarse además como profesional.
En fin, en este contexto de puros incentivos y justificaciones para los depredadores sexuales, desde las instancias de tomas de decisiones nadie piensa en que se debería hacer algo más por las víctimas, que solo penalizar a sus victimarios, esos que le quebraron la vida.
Mientras seguimos discutiendo, como una sociedad primitiva, si hay que desarrollar o no educación sexual en las escuelas y colegios, deberíamos estar pensando hace tiempo en términos de indemnización a las víctimas.
¿O es que creen que la cuestión acaba con mandar a la cárcel a un violador o condenando a este a realizar una donación a un hogar de beneficencia?
Aunque una reparación económica tampoco borrará de la memoria la crueldad del hecho, ni los daños síquico, físico y moral de la víctima, servirá de paliativo.
Si tomamos el caso de la niña de 13 años, no solo sometida a violación, sino filmada durante el reprochable acto colectivo, ¿cuántos años de tratamiento sicológico requerirá? ¿Cuántos tratamientos médicos debe seguir para tratar los daños corporales (lesiones, contagios de enfermedades). Todo esto tiene un costo económico y lleva tiempo sobrellevar.
El estado de vulnerabilidad es mayor cuanto más joven es la víctima. En este caso estamos hablando de alguien en edad escolar, que como mínimo se verá afectada en su capacidad de concentración y relacionamiento.
Establecer una cuantificación de todo este conjunto de daños, incluyendo el moral y la vulnerabilidad total con la que queda, siempre será insuficiente, puesto que las víctimas de abuso necesitan años de terapia para intentar recuperar o reencaminar su vida.
Este es un gran reto para los nuevos legisladores, para el Poder Ejecutivo y para el Poder Judicial. Alguien debería tomar la iniciativa y plantear la indemnización a víctimas de abusos sexuales, atando a la condena penal la obligación del victimario o los victimarios de pagar una indemnización. Si por razones de insolvencia algunos de estos no pueden hacerlo, el Estado debería prever un fondo subsidiario.
Estos temas tienen que estar ya en la agenda pública.