Sin embargo, subrayó el Pontífice, este celoso pastor «podía hacer las cuentas de un buen comerciante»: Tenía 99, por eso incluso perdiendo una, el balance entre ganancias y pérdidas era siempre de abundante activo. En cambio, destacó el papa Francisco, él «tiene corazón de pastor, sale a buscarla hasta que la encuentra y ahí hace fiesta, está alegre».
La presencia misma del Señor «consuela, siempre consuela o fuerte o débilmente, pero siempre consuela». En efecto, afirmó el Papa, donde está el Señor, «hay consuelo y paz». Incluso en la tribulación, añadió, «está esa paz allí, que es la presencia del Señor que consuela».
Lamentablemente los hombres buscan huir del consuelo. «Desconfiamos, estamos más cómodos -observó el papa Francisco- en nuestras cosas, más cómodos también en nuestras faltas, en nuestros pecados». Este es el campo en el cual el hombre se encuentra más a gusto. En cambio, destacó el Pontífice, «cuando llega el Espíritu y llega el consuelo, nos lleva a otro estado que no podemos controlar: Es precisamente el abandono en la consolación del Señor».
En efecto, cuando llega «el consuelo del Señor, nos sorprende. Es Él quien manda, no nosotros». Y el consuelo más fuerte es el de la misericordia y el perdón.
A pesar de esto, el hombre busca apartarse, porque «esto nos da un poco de miedo, un poco de desconfianza: “¡Es demasiado, Señor!”». Para hacer comprender cuán infinita es la misericordia de Dios, el Pontífice volvió a proponer las palabras del profeta Ezequiel, cuando en el capítulo 16, tras «la lista de los muchos pecados del pueblo, pero muchos, muchos, al final dirá: “Pero yo no te abandono, te daré más; esta será mi venganza: el consuelo y el perdón”».
Así es «nuestro Dios, el Dios que consuela en la misericordia y en el perdón». Por eso es bueno repetir: «Dejaos consolar por el Señor, es el único que puede consolarnos».
(Frases extractadas de http://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2014/documents/papa-francesco_20141209_salir-dar-vida.html).