Sale Ronaldinho, ¿entra Dalia?

Alfredo Boccia Paz – @mengoboccia

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“¡No se va, no se va, Ronaldinho no se va!” era el cántico que un grupo de fans del crack entonaba frente al hotel donde estaba recluido apenas se supo que estaba en libertad. Me lo imagino a Ronaldinho mirando discretamente desde una ventana e imprecando en portugués algo parecido a “¡Vade retro!”. Llevaba 171 días esperando la hora de volver a casa y estos tarados pretendían que se quede.

Terminaba de vivir una odisea surrealista que le había costado caro, muy caro. Para ser exactos, lo habían desplumado. La capacidad nativa de crear problemas para luego solucionarlos a base de billetes, había asombrado a Roberto de Assis, su hermano, representante y compañero de hotel/prisión, curtido en ese mundo de transacciones opacas. Variopintos personajes con uniforme, con costosos trajes o gastadas remeras se las habían arreglado para sacar provecho de un descubrimiento: Ronaldinho no estaba en la ruina, como decían. Al contrario, seguía poseyendo una fortuna de varias decenas de millones de dólares y solo había pasado por algunos problemas judiciales.

El Estado brasileño le había embargado 57 propiedades por una deuda de dos millones de dólares por daños medioambientales. Lo grave era que el tribunal también había retenido sus pasaportes brasileño y español, lo cual le impedía salir del país. Eso afectaba los ingresos de la megaestrella que promociona eventos, marcas y emprendimientos internacionales.

La vida y el capital económico de “Dinho” son de otro mundo. Cuando arribó a Río de Janeiro recuperó el look transitoriamente perdido en su olvidable periplo por cárceles y hoteles asuncenos. Vestía un exótico conjunto de Dolce y Gabanna complementado por accesorios personalizados valorados en más de treinta millones de guaraníes. Abandono aquí este desliz chismoso para volver a la cuestión principal: ¿Qué diablos vino a hacer este tipo en Paraguay con un pasaporte falsificado?

Aquí crece el delirio, pues fue invitado por Dalia López, una mujer hasta entonces desconocida del gran público, pero que era –había sido– dueña de un importante holding, presidenta de una fundación de beneficencia y asistente a actos presidenciales a los cuales llegaba en helicóptero. Todavía no la conocemos, está escondida, litiga desde la clandestinidad. Dice que ya se presentará, que por ahora le da miedo la pandemia. Debe ser el modo Covid de huir.

Sus antecedentes rocambolescos minimizan otra situación ridícula: poco tiempo atrás Bolsonaro había nombrado a Ronaldinho como embajador del turismo brasileño. Solo que el embajador no tenía pasaportes. En algún momento de esta trama sin sentido, Dalia y Ronaldinho se conocieron y emprendieron juntos una de las más desastrosas aventuras de este año infausto.

¡Qué fácil es conseguir documentos falsos en Paraguay! Cuando Ronaldinho fue apresado en el Brasil se decía en forma jocosa que el astro había explicado que cuando le regalaron pasaportes paraguayos él los aceptó porque le parecía natural que fueran falsificados. Puede que la broma sea injusta, pues la corrupción no es muy diferente en el vecino país, pero reconozcamos que en este caso hemos cumplido el protocolo habitual de una republiqueta.

Hay una trilogía que no falla y que comienza justamente en la debilidad de instituciones como la Policía Nacional y la Dirección de Migraciones. Continúa con el saqueo a los atrapados con presunción de riqueza. Y se completa con la impunidad a los verdaderos delincuentes: Funcionarios, policías, jueces, fiscales y políticos que hoy lamentan la partida de su gallina de los huevos de oro.

¿Y Dalia?, dirá usted. Pues Dalia no vendrá aún. Lamento decirle. Es que la pandemia no afloja.

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