El hogar cristiano debe ser imitación del de Nazaret: un lugar donde quepa Dios y pueda estar en el centro del amor que todos se tienen.
¿Es así nuestro hogar? ¿Le dedicamos el tiempo y la atención que merece? ¿Es Jesús el centro? ¿Nos desvivimos por los demás? Son preguntas que pueden ser oportunas en nuestra oración de hoy, mientras contemplamos a Jesús, a María y a José en la fiesta que les dedica la Iglesia.
“La Familia de Nazaret es santa, porque está centrada en Jesús”, explicó el papa Francisco en el Ángelus celebrado el año pasado.
En dicha ocasión, siguió diciendo: “El mensaje que proviene de la Sagrada Familia –explicó el Obispo de Roma– es sobre todo un mensaje de fe. En la vida familiar de María y José, Dios es verdaderamente el centro en la persona de Jesús. Por esto la Familia de Nazaret es santa, porque está centrada en Jesús. Cuando los padres y los hijos respiran juntos este clima de fe, poseen una energía que les permite afrontar pruebas también difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia, por ejemplo, el evento de la dramática huida a Egipto”.
Y el Sucesor de Pedro afirmó: “Esta luz que viene de la Sagrada Familia nos anima a ofrecer calor humano en aquellas situaciones familiares en las que, por varios motivos, les falta la paz, les falta la armonía y el perdón. Que nuestra solidaridad concreta no venga a menos, especialmente con aquellas familias que están viviendo situaciones muy difíciles por las enfermedades, la falta de trabajo, la discriminación, la necesidad de emigrar... Confiemos a María, Reina de la familia, todas las familias del mundo, para que puedan vivir en la fe, en la concordia, en la ayuda recíproca, y para esto invoco sobre ellas la materna protección de Aquella que fue madre e hija de su Hijo”.
Asimismo, es bueno extractar algunas palabras del papa Francisco, también en ocasión del Ángelus, en el Día de la Sagrada Familia en el año 2013, que dijo: “En este primer domingo después de Navidad, la liturgia nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. De hecho, cada pesebre nos muestra a Jesús junto a la Virgen y San José en la gruta de Belén. Dios ha querido nacer en una familia humana, ha querido tener una madre y un padre como nosotros.
El Evangelio de hoy nos presenta a la Santa Familia en la vía dolorosa del exilio, buscando refugio en Egipto. José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por el miedo, la incertidumbre, la incomodidad (cf. Mt. 2,13-15.19-23).
Por desgracia, en nuestros días, millones de familias pueden identificarse con esta triste realidad. Casi todos los días la televisión y los periódicos dan noticias de los refugiados que huyen del hambre, la guerra y otros graves peligros en busca de seguridad y una vida digna.
Jesús ha querido pertenecer a una familia que ha experimentado este tipo de dificultades, para que nadie se sienta excluido de la cercanía amorosa de Dios.
Recordemos las tres palabras claves para vivir en paz y alegría en la familia: “Permiso”, “Gracias”, “Perdón”. Cuando en una familia no se es entrometido, cuando en una familia no se es entrometido y se pide permiso, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir gracias y cuando en una familia uno se da cuenta de que ha hecho algo malo y sabe pedir perdón, ¡en esa familia hay paz y hay alegría!”.
(Del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, http://es.radiovaticana.va/ y http://dominicasdevitoria.blogspot.com/2013/12/angelus-del-papa-francisco-dia-de-la.html)