20 abr. 2024

Rosa Luxemburgo y la creación de un ícono

El pasado 15 de enero se cumplieron cien años del asesinato de la escritora y revolucionaria Rosa Luxemburgo. En el siglo actual, se ha convertido en una figura de culto para la izquierda, feministas, artistas y pacifistas.

María Gloria Báez

Rosa Luxemburgo fue una de las figuras más importantes en la historia del movimiento obrero internacional. Junto con Lenin y Trotsky, fue la destacada representante del marxismo en el siglo XX.

Nació en 1871 en el seno de una familia judía en Zamosc, en la Polonia ocupada por los rusos. Desde sus primeros años principia en política uniéndose al Partido del Proletariado de Polonia a la edad de 15 años. Ante la amenaza permanente de detención, Rosa emigró a Suiza, donde asistió a la Universidad de Zúrich y se convirtió en una de las pocas mujeres en recibir el doctorado en Derecho Summa cum laude. Mientras estudiaba en Zúrich, la joven emigrante entró en contacto con el movimiento obrero internacional. Se muda a Alemania, una nación recientemente unificada, aún bajo la forma legal de un gobierno imperial atávico y por medio de un matrimonio formal con un alemán, obtiene la nacionalidad prusiana.

En 1898 se unió al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), en ese momento el partido obrero más progresista del mundo. En la arena política, la elocuente inmigrante rápidamente levantó polvo. La joven agitadora, con cojera de rostro delgado y ojos grandes, fascinaba casi mágicamente en las masivas reuniones oficiales del partido. Era una voz completamente nueva que pedía un levantamiento internacional contra el antiguo orden, el estado militar, la liberación de las mujeres y las huelgas de masas. Alertada la autoridad, la “Rosa Roja” era arrestada en intervalos cercanos: ya sea debido a la “incitación a la violencia”, a veces a causa de “lesa majestad” o al “odio pacifista” y a veces solo por “seguridad”. Los socialdemócratas tuvieron más dificultades con sus críticas. En particular, criticó el enfoque “revisionista” de la dirección del partido para confiar en el parlamento y en las reformas. Luxemburgo pronto se aisló a sí misma del SPD oficial, especialmente cuando más tarde se negó a adaptar su partido a la política de guerra del imperio del kaiser.

En 1915, escribía bajo el seudónimo de Junius para evadir la persecución. Lenin declaró su admiración por el Folleto de Junius en un momento en el que seguía sin saber que Luxemburgo era la autora; más tarde él la llamaría el “Águila de la Revolución”.

Luxemburgo y el co-líder Karl Liebknecht fundan en 1916 la Liga Espartaquista, (llamada así en honor a Espartaco, el líder de la rebelión de esclavos romanos más grande), un grupo marxista que será luego el origen del Partido Comunista de Alemania (KPD).

Crítica a los soviéticos

Aunque era una enemiga del socialismo reformista, la disputa más notable de Luxemburgo fue con Lenin. Después de la Revolución Rusa de octubre de 1917, reprendió a los bolcheviques por su disolución de la Asamblea Constituyente electa y su supresión de los partidos rivales. Seis años antes de que comenzara el ascenso de Stalin, Luxemburgo identificó las condiciones que permitirían a la “dictadura del proletariado” convertirse en la dictadura de un solo hombre.

Tras haber sido encarcelada por el gobierno alemán en 1916 por intentar organizar una huelga general en contra de la guerra, Luxemburgo fue liberada el 8 de noviembre de 1918, un día antes de que el Kaiser abdicara y se estableciera una república. Liebknecht fue más allá y proclamó una “república socialista libre”, Luxemburgo se opuso a las demandas de los espartaquistas para emular a los bolcheviques y tomar el poder por la fuerza. Tras la formación del Partido Comunista Alemán en enero de 1919, abogó por la participación en las elecciones inaugurales de Weimar, pero el Congreso del partido avaló un boicot. Cuando comenzó un levantamiento de trabajadores en masa, Luxemburgo previó la catástrofe, pero se sintió obligada a participar. El presidente socialdemócrata Friedrich Ebert respondió ordenando a los proto-nazis Freikorps o ‘cuerpos libres’ (grupos de paramilitares reclutados por el gobierno entre los combatientes recién desmovilizados de la Primera Guerra Mundial), que aplasten la rebelión. De manera desastrosa, los socialdemócratas recurrieron a las fuerzas antidemocráticas para asesinar a sus rivales de izquierda. El 15 de enero, capturan a Luxemburgo y Liebknecht y después de que le rompieran el cráneo con la culata de un rifle, Luxemburgo fue abatida a tiros y arrojada al canal Landwehr de Berlín (donde ahora existe un monumento de hierro que lleva su nombre).

Podemos citar a su obra Reforma o Revolución, en donde la tesis central de Luxemburgo es que los sindicatos, los partidos políticos reformistas y la expansión de la socialdemocracia, si bien son importantes para el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado, no pueden crear una sociedad socialista, como argumentó Eduard Bernstein, entre otros. En su obra La acumulación de capital, su tesis central argumenta que el capitalismo necesita expandirse constantemente hacia áreas no capitalistas para acceder a nuevas fuentes de suministro, mercados para la plusvalía y reservas de mano de obra. Según Luxemburgo, Marx había cometido un error en El Capital, porque el proletariado no podía permitirse comprar las mercancías que producían y por lo tanto, según sus propios criterios, era imposible para los capitalistas obtener ganancias en un sistema capitalista cerrado, ya que la demanda de los productos básicos sería demasiado baja y, por lo tanto, gran parte del valor de los productos básicos no podría transformarse en dinero. Una de las contribuciones más importantes de Rosa Luxemburgo al pensamiento marxista moderno es su negativa a separar los conceptos de “democracia” y “revolución”. Este enfoque se desarrolla en a) su crítica de los límites de la democracia burguesa, b) su concepción de la lucha revolucionaria como autoemancipación democrática de las grandes masas, c) su visión de la democracia socialista con el sistema de consejos obreros como una posible forma de “dictadura del proletariado”, y d) su firme insistencia, en discusión con los revolucionarios rusos, sobre la importancia de las libertades democráticas en la transición hacia el socialismo

Después de la Segunda Guerra Mundial, Luxemburgo fue retratada en sellos de correos de Alemania del Este; varias calles, monumentos y fábricas llevaban su nombre. Sin embargo, ni el Partido Comunista Alemán ni la República Democrática Alemana (que no era ni república ni democrática) publicaron las obras completas de Luxemburgo, como Lenin había recomendado enérgicamente hacerlo tras el asesinato de la Rosa Roja.

Su vida abarcó casi 50 años de socialdemocracia europea y los primeros años del comunismo soviético. Nacida en el mismo año que la Comuna de París, Luxemburgo se convirtió en la primera crítica más profunda del revisionismo dentro del movimiento socialista; ella también volcó sus habilidades analíticas contra la afirmación oficial de la ortodoxia marxista entre los socialdemócratas alemanes y en sus últimos años pronosticó los peligros inherentes a la concepción de Lenin de un partido revolucionario de vanguardia, incluida la posible deformación de la revolución rusa.

Cada año, en enero, su muerte aún es conmemorada por una marcha de casi todas las facciones y partidos de la izquierda alemana a su tumba en Berlín.

Ella reprendió a los bolcheviques por su disolución de la Asamblea Constituyente electa y su supresión de los partidos rivales.

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