«Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis». Jesús dice a los discípulos que aquella es la conducta de quien, al final, será contado entre los bienaventurados. Dios ha dicho claramente que nos espera en cada persona con la que nos encontramos; saberlo es ya suficiente motivo de agradecimiento. Por si fuera poco, Jesucristo nos ha prometido que él mismo amará a los hombres a través de nosotros: «Cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis». Dios nos impulsa a llevar cariño, comprensión y paz allá donde nos encontremos. En este empeño, una sonrisa puede ser ya un buen inicio; muchas veces aquel gesto cambia el día a quien lo recibe. «No me olvides que a veces hace falta tener al lado caras sonrientes», escribe san Josemaría.
«Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo». En cierto sentido, «el juicio final ya está en acción, comienza ahora en el curso de nuestra existencia. Tal juicio se pronuncia en cada instante de la vida, como confirmación de nuestra acogida con fe de la salvación presente y operante en Cristo, o bien de nuestra incredulidad, con la consiguiente cerrazón».
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/article/meditaciones-lunes-de-la-i-semana-de-cuaresma/).