09 jul. 2025

¿Quién lo que inventó el calor?

Sergio Cáceres Mercado - caceres.sergio@gmail.com |

“Qué calor de locos nena, yo me quiero bañar, cuando estoy a tu lado el calor me sofoca me quiero bañar; a 40 grados nena y yo voy a explotar...” Sí, lo acepto, el viejazo total. Pero esta canción me viene últimamente a la memoria con esta oleada de calor que a todos nos vuelve locos (como dice el spot publicitario).

Es tan odiosa e insoportable la canícula que últimamente me pregunto cómo recién ahora me molesta tanto. Para responderme, he construido dos hipótesis.

Hipótesis 1: los ecologistas tienen razón. El planeta está más caliente que nunca y la cosa va empeorando. Por eso siento y odio tanto el calor, ente físico al que hace unos años no le prestaba tanta atención.

Hipótesis 2: los años no vienen en vano. Calor siempre hubo, pero la niñez y la juventud me deparaban otras preocupaciones, por lo que el producto del Sol era un detalle sin importancia.

Ambas hipótesis me convencen de igual manera, pero si le agrego a este par algunas variables, van rumbo a fusionarse y convertirse en una teoría -muy personal- sobre el calor.

Variable 1: además de que en mi tierna juventud los rayos solares me importaban un bledo y la insolación era un mito, el gobierno 1984 de Stroessner controlaba hasta la temperatura a ser divulgada. O sea, no había periódicos, radios y tele que estén dándole manija al tema. “Ojos que no ven, corazón que no siente”.

Variable 2: ahora vivo en el centro. He cambiado mi viejo barrio asunceno pegado al Jardín Botánico por el cemento y asfalto. Adiós a la brisa y a la sombra de los árboles, hola al aire acondicionado al revés y los motores de los autos. De la casi bucólica vida de suburbio a la acalorada subvida de barrio Catedral.

Recién ahora entiendo a mi finada abuela cuando decía preferir nuestro timorato invierno a nuestro furioso verano. Pero, con un poco de justicia cultural y geográfica, me pregunto: ¿qué sería de nosotros sin nuestro tórrido clima? ¿Cómo seríamos si en vez del calor insoportable, tuviéramos un invierno siberiano? Apostando a viejas teorías que relacionaban el clima con la personalidad de un pueblo, tan afectos a Montesquieu u Ortega y Gasset, por mencionar solo a dos, sospecho que no solo el tereré y el mosto helado hubiesen desaparecido. Lo poco de calidez que nos queda sería leyenda y las sentadas en la vereda para hablar del vecino serían impensables.

No reivindico para nada el calor. Simplemente trato de construirme una “tecnología del yo” que permita hacerlo más llevadero. Me propongo desde ahora, y les propongo, no hacerle mucho caso; hay tanto para hacer en esta vida que no me voy a estar preocupando por unos graditos celsius de más. Haré como mis hijos, que juegan con la perra en el patio sin jamás quejarse de la temperatura. Si la ANDE y la Essap fallan, me pondré a leer Schopenhauer. Juntos llegaremos al Nirvana y nos olvidaremos de la Cosa-en-sí. El calor es psicológico. Ah, el sogue también.