Al cabo de un tiempo volvió aquel señor con la investidura real; entonces, recompensó espléndidamente a aquellos siervos que se afanaron por hacer rendir lo que recibieron, y castigó duramente a quienes en su ausencia le rechazaron y a uno de los administradores que malgastó el tiempo y no hizo rendir la mina que había recibido.
“El mal siervo no se aplicó y nada devolvió; no honró a su amo y fue castigado. Glorificar a Dios es, por el contrario, dedicar las facultades que él me ha dado a conocerle, amarle y servirle, y de esta manera devolverle todo mi ser”. Este es el fin de nuestra vida: dar gloria a Dios ahora aquí en la tierra con lo que tenemos encomendado.
El papa Francisco, a propósito de la lectura de hoy, dijo: “El significado de esto es claro. El hombre de la parábola representa a Jesús, los siervos somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía. ¿Cuál es el patrimonio? Su palabra, la eucaristía, la fe en el Padre celeste, su perdón; en definitiva, tantas cosas, sus más preciosos bienes. Este es el patrimonio que él nos confía. ¡No solo para custodiar, sino para multiplicar! Mientras en el lenguaje común el término ‘talento’ indica una notable cualidad individual –por ejemplo, talento en la música, en el deporte, etcétera–, en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que él nos confía para que los hagamos rendir”.
Es como si nos dijese: “Aquí está mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y úsalos abundantemente”. Y nosotros ¿qué hemos hecho con ellos? ¿A quién hemos contagiado con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos animado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Son preguntas que nos hará bien hacernos.
(Frases extractadas de http://homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0501.htm y https://es.catholic.net/op/articulos/10447/cat/347/muy-bien-siervo-bueno-has-sido-fiel-siempre.html#modal)