Por Miriam Morán - mmoran@uhora.com.py
“Todavía no compré los regalitos para las maestras”, comentó una compañera que tiene dos hijas en edad escolar. Cuando le preguntamos cuántos regalos tenía que comprar, dijo ocho. “¡¿Ocho?!, en mi época solo teníamos que llevar uno”, le respondió alguien.
Y es que en algunos colegios se ofrece una educación tan especializada que los niños ya no tienen solo una segunda mamá, sino una tercera, una cuarta, una quinta, una sexta…, aunque eso muchas veces no es garantía de calidad.
En mi época también era un solo obsequio el que le llevábamos a la maestra de aula. Cada vez que llegaba el 30 de abril las profes se llenaban de talco, o colonia, o pañuelo, o maquillaje, o cortes de tela y hasta podían armar una corona con los ramitos de flores arrancadas del jardín, que cada estudiante le entregaba.
Hoy dicen que hay más de 75.000 maestros en el país, pero las estadísticas jamás podrán contabilizar la influencia positiva o negativa que cada uno de ellos tiene sobre sus alumnos.
En la revista Vida de Última Hora de ayer se publicó la entrevista a dos grandes del magisterio. Dos inagotables fuentes de conocimiento, dos maestras modelo: Emina Nasser de Natalizia y Estela “Inca” Appleyard.
La recuerdo a Emina como la “temible” profesora de Castellano del colegio y después de Literatura en la facultad. Y a Inca también como la “temible” profe de Castellano de mis hijas y luego mía en la facultad. Y qué privilegio haber recibido su influencia y cuánto les debemos: el disfrute de la lectura, la capacidad de analizar e interpretar los hechos, de comunicarnos, de manejar un vocabulario que nos permite ser dueños de nuestro pensamiento, como bien señala Inca en la nota de la revista cuando se refiere al aporte de la lengua. Y estos son sólo algunos beneficios.
Ojalá los 75.000 maestros fueran como estas profes, exigentes consigo mismas y con sus alumnos o “Sinforosos” o “Pánfilos”, como Emina llamaba a sus estudiantes de colegio; que pudieran, al igual que ellas, no solo transmitir conocimiento, sino también integridad.
No me caben dudas de que si Emina e Inca hubieran empezado su carrera en estos tiempos, en que se discute mucho la eficacia del sistema educativo, igual nomás hubieran enseñado con calidad, porque son de ese tipo de personas que no se conforman con lo poco, con lo mínimo que se exige; siempre se las ingenian para sorber más y verter más conocimiento.
Un homenaje a los maestros en la persona de estas dos profesoras, en el día previo a su día. Maestros y maestras como ellas son los mejores agentes de libertad.