20 abr. 2024

Puerto Liebig, un centro de eventos con mucha historia

Una antigua fábrica de carne procesada, a orillas del río Paraguay, vuelve a recuperar su antiguo esplendor mediante la inversión privada, que la convirtió en un centro multicultural y de eventos.

El recientemente inaugurado centro de eventos Puerto Liebig es, probablemente, el primer emprendimiento de esta naturaleza en el país que cuenta con un bagaje histórico único e inigualable, por haber sido protagonista de una etapa fundamental para el despegue industrial del país, a inicios del siglo XX.

El rescate del conglomerado de fábricas, depósitos y puerto, que hoy conforman el gran centro de eventos Puerto Liebig, se dio gracias a la visión del empresario y de quien fuera ministro de Industria y Comercio durante el gobierno de transición de 1989, Antonio Zuccolillo Moscarda, quien adquirió la antigua fábrica ya cerrada, en 1979.

La historia de este lugar se inició en 1923, cuando el presidente Eligio Ayala inaugura la Liebig’s Extract of Meat Company (Lemco), una fábrica de carne procesada de origen inglés, que se asienta en Zeballos Cué. Según relatan los hechos cronológicos, en 1927, mediante la participación de la Liebig’s, Paraguay llega a una exportación récord de productos derivados de la carne, superando a los rubros agrícolas.

En 1934, durante la Guerra del Chaco, surge el Corned Beef, un producto envasado similar al popular vaca’i, que sirvió para alimentar a los combatientes de la contienda contra los bolivianos, ante la dificultad de transportar carne fresca por las largas distancias y el calor reinante en la Región Occidental del país.

SU ESPLENDOR. La mejor etapa de la Liebig’s comienza allá por 1964, cuando realiza una gran inversión para modernizar la fábrica introduciendo tecnología de punta, con la importación de maquinarias modernas de Suecia, Estados Unidos, Alemania y Argentina.

En 1965, realizó la primera exportación de unas 300 toneladas de carne congelada, con destino a España. A principios de esa década, la Liebig’s llegó a recibir incluso a visitantes ilustres, como el príncipe Felipe de Edinburgo, quien conoció la fábrica en 1962. Pero, lastimosamente, la historia de esplendor de esta fábrica llegó a su fin en 1978, tras más de cinco décadas en el país.

Es ahí que entra en escena Antonio Zuccolillo Moscarda, quien en 1979 adquiere toda la planta fabril con la intención de reactivarla y aunque logró que volviera a funcionar por un tiempo, vuelve a cerrarla en 1983. En los 90, el empresario decidió activar la cadena de frío de algunos sectores de la planta para alquilarlos como depósito.

EN POS DE UN SUEÑO. Pese a mantener parte de la antigua fábrica en actividad, Zuccolillo Moscarda soñaba con convertir a la Liebig’s en un emprendimiento más grande, que reflejara toda su rica e interesante historia, pero falleció antes de poder concretar su acariciado anhelo.

Fue así que su hijo, Javier Zuccolillo Conigliaro, y sus nietas Fátima, Guadalupe y Zofía Zuccolillo Zavala decidieron retomar hace unos años el antiguo sueño del patriarca familiar y realizar un estudio de mercado que concluyera qué tipo de negocio se podría implementar en el sitio.

La conclusión fue que el lugar era ideal para convertirlo en un espacio multicultural, que albergara eventos de todo tipo. Así que pusieron manos a la obra para la recuperación, refacción y restauración total de los principales edificios de la inmensa fábrica.

Luego de un arduo trabajo, que supuso cuatro largos años y una pandemia de por medio, nacieron los tres salones que conforman hoy Puerto Liebig: El Salón Blanco, La Fábrica y La Cueva, que conjugan en su interior, en perfecta armonía, la esencia de la antigua fábrica mezcladas con arquitectura moderna del siglo XXI.

Ingresar a sus inmensos salones y a su patio interior otorgan al visitante la sensación de vivir el esplendor que rodeó a la antigua Liebig de los años 20. Además de funcionar como centro de eventos, los inversionistas esperan atraer al lugar otros negocios, como restaurantes, cafés, tiendas y oficinas corporativas, pues aún resta gran espacio por recuperar.

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