Por Alberto Acosta Garbarino
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Si uno observa la historia del comercio internacional, podemos ver que tres grandes acontecimientos impulsaron su crecimiento.
El primero fue en el siglo XIII, cuando las ciudades italianas de Génova y Venecia iniciaron el comercio con Oriente y con África. El segundo fue en el siglo XV, cuando Cristóbal Colon descubrió América y el tercero fue en el siglo XX, gracias a la revolución tecnológica en los medios de transporte y en los medios de comunicación.
El desarrollo científico que permitió la aparición del teléfono, de la radio, del avión, de la televisión, de la computadora, de los satélites, del celular y de internet cambió el mundo.
Con todos estos descubrimientos se creó lo que el filósofo Marshall McLuhan llamó en la década del 60 la “Aldea Global”, que es la interconexión humana a escala global gracias a los medios de comunicación. Esta interconexión permitió la rápida expansión por todo el mundo de muchas cosas buenas y otras muy malas.
Entre las malas tenemos el calentamiento global, el terrorismo, el narcotráfico y el lavado de dinero que son grandes problemas globales, pero que el mundo los está enfrentando con gobiernos nacionales, que a su vez tienen sistemas de decisión diseñados en el siglo XVIII (Poder Ejecutivo y Legislativo Bicameral).
La actual crisis financiera mundial es la mejor prueba de que es absolutamente imposible enfrentar problemas globales sin tener algún sistema de gobierno mundial.
¿Qué se entiende por gobierno mundial? Para algunos, el gobierno global es sencillamente la supremacía de Estados Unidos sobre el resto del mundo.
La decisión del Federal Reserve, de otorgarles líneas de crédito a los Bancos Centrales de Brasil, Corea, México y Singapur, lo convierte en una especie de Banco Central mundial.
La presión de los Estados Unidos hacia todos los países para exigirles legislación y combate al terrorismo, al narcotráfico y al lavado de dinero, es otra prueba de un gobierno mundial, a la norteamericana.
Algunos dicen en broma y en serio que si así va a ser el gobierno mundial, entonces todos los ciudadanos del mundo deberíamos votar en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
La otra opción de gobierno mundial es lo que muchos llaman “un sistema de gobierno mundial”, es decir, no un gobierno central sino una red de instituciones que gobierne, que guíe, que controle, por ejemplo: los problemas financieros, ambientales, del crecimiento poblacional, de la seguridad, etcétera.
Este “sistema” se puede armar modificando las actuales organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Estas organizaciones fueron creadas después de la Segunda Guerra mundial y su diseño les ha otorgado demasiadas ventajas a las naciones ganadoras de la guerra (a Estados Unidos especialmente y a Rusia, Inglaterra y Francia).
Los países perdedores como Alemania y Japón, que hoy son grandes potencias, tienen poco protagonismo, y países como China, India o Brasil, que son potencias emergentes, son prácticamente irrelevantes en dichas organizaciones.
Estamos ante una encrucijada mundial, los problemas son cada vez más globales y no tenemos un gobierno global.
Es fundamental reconocer la nueva realidad mundial y construir un “sistema de gobierno global” donde participen todos y donde las decisiones se encuentren inspiradas en ciertos valores compartidos.
Creo que los valores de la dignidad de todos los hombres y mujeres que habitan este planeta, de la solidaridad entre todos los pueblos y del cuidado a nuestra madre Tierra, deben ser el norte ético de este nuevo sistema.