Tal como están las cosas, el modelo económico basado en pocos bienes y servicios de escaso valor agregado mantiene la dependencia de variables cuyas causas son imposibles de afectar y que requieren políticas, y recursos, apenas para mitigar las consecuencias en el corto plazo. Esta condición de vulnerabilidad económica se reproduce casi año a año. Si no es una sequía son las lluvias o las inundaciones. En la agricultura familiar el cambio climático y la deforestación contribuyeron a la expansión de plagas.
Las economías de Brasil y Argentina, al ser países mucho más grandes, agregan permanentes fluctuaciones debido a las modificaciones del tipo de cambio y a normas que suelen afectar el comercio. En este momento en particular, el contrabando derivado de la reducción de precios relativos con Argentina presiona el mercado interno. Cuando países tan lejanos como la China o Rusia tienen fluctuaciones en su consumo o comercio, la economía paraguaya siente debido a la globalización y el alto nivel de apertura económica de Paraguay.
La dependencia de factores cuyas causas no es posible afectar hizo que el desempeño del PIB muestre alta volatilidad en los últimos 15 años, lo que redujo la potencialidad de crear condiciones para garantizar un crecimiento sostenible y estable en el tiempo. Esta volatilidad, aun con altas tasas de crecimiento, desincentiva la inversión privada y la innovación, genera incertidumbre, sobre todo en emprendimientos de pequeña y mediana escala que no cuentan con políticas para reducir los riesgos, e impiden tomar decisiones de largo plazo necesarias para el aumento de la productividad y la expansión del empleo.
Lo mas desalentador es ver que a pesar de las señales negativas, ningún gobierno ha realizado las acciones necesarias para empezar a transformar el modelo económico hacia uno que dependa menos de estas condiciones.
Al contrario, si se observan las prioridades otorgadas en el presupuesto público a la expansión de la infraestructura, gran parte de ellas se dirige a mantener el modelo actual. Si bien se observa dinamismo en algunos sectores como el de las maquilas, lo que debería impulsar el sector industrial, no hay evaluaciones ni estadísticas que muestren claramente el impacto de esta modalidad en el crecimiento, la productividad, la innovación y el empleo.
Además de las obras de infraestructura, otros programas de desarrollo económico y los incentivos existentes son débiles para generar los cambios que Paraguay requiere, por su cobertura mínima como por problemas de diseño.
Uno de los mayores desafíos que tiene Paraguay es su transformación productiva hacia una economía más diversificada, con mayor valor agregado y menos dependiente del clima y de los vaivenes de las economías externas, especialmente las vecinas.
Las políticas económicas deben incluir estos objetivos específicos en su diseño y ser evaluadas permanentemente en su cumplimiento. De otra manera, seguiremos pidiéndole al Estado medidas coyunturales para enfrentar consecuencias de fenómenos que son persistentes en el largo plazo. Esto solo nos llevará a mayor gasto sin resultados.