Por Susana Oviedo - soviedo@uhora.com.py
Posiblemente para la gran mayoría de los ciudadanos de este país haya pasado inadvertido lo que ayer ocurrió en Horqueta con radio Guyra Campana. Una emisora que se volvió muy conocida la semana pasada, luego de que supuestamente militantes del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) irrumpieran en ella para detonar un artefacto explosivo y dejar un panfleto con amenazas hacia la prensa.
Lo que ocurrió ayer es que la radio reinició la transmisión, con una consola provisoria, y con cambios en la programación debido a la renuncia de algunos de sus conductores, que recibieron amenazas o simplemente optaron por marcharse para salvaguardar sus vidas.
La radio volvió al aire además con el anuncio de su propietario de que dejarían de emitir un spot institucional del Ministerio del Interior que trata de la recompensa que ofrece el Gobierno a quienes brinden pistas sobre los miembros del EPP. Este es uno de los puntos cuestionados en el panfleto.
Es reconfortante que la emisora haya retomado sus actividades. Representa un acto de valentía frente a la contundente amenaza dejada por los que accionaron el explosivo el jueves pasado.
Sin embargo, la noticia también produce aprehensión, porque se da en un momento de la historia del país en que la apatía y los gestos de solidaridad dejaron de ser signos de identidad del paraguayo y rige el “sálvese quien pueda”.
Si no, los periodistas ya hubiéramos realizado manifestaciones a favor de los compañeros de la radio atacada. En otra época, colegas de la capital y otros puntos ya habrían desfilado por la emisora en desgracia, para trasmitir desde allá y ratificar así la defensa de la libertad de expresión, como un derecho de todos, y rechazar actos terroristas como lo sucedido allí.
Lo que ocurre con la radio también es preocupante porque es una muestra de cómo poco a poco el miedo está minando zonas del país y obligando a la gente a renunciar a actos y espacios de libertad; al derecho a ser informado y a informar, o a circular por el país sin temor a ser atacado.
Cuando desde el poder que fuere, se obliga al ciudadano a escoger entre la vida o la libertad; entre el silencio o el derecho a hablar o entre la vida y todo lo demás, es que vamos mal. En México, al principio los carteles de la droga atacaban medios de comunicación. Hoy es el país con más periodistas muertos.
En Paraguay esta vez fue Guyra Campana, ¿y después?