02 may. 2024

Por algún lado hay que empezar

¿Por dónde arrancar en las urgentes reformas integrales, antes de que por completo se diluya el concepto de patria?

Hay acciones que desde el Estado deben gestarse para reencauzar el sendero; y el rol de la sociedad civil tiene que ser más activo. No funciona casi nada y las quejas ciudadanas se multiplican diariamente.

Comencemos por la salud: Hay que asignar más presupuesto y apostar a la prevención, porque solo se emparchan las consecuencias: polladas para sostener el gasto por el familiar enfermo, llanto amargo para conseguir una cama en hospitales públicos, huida desesperada a la Argentina, donde el sistema es abismalmente superior, desatención absoluta a la salud mental.

Sigamos: es imperiosa la necesidad de reformar el sistema educativo anquilosado. Decía un director de colegio: “Tenemos niños y niñas del siglo 21, orientados por profesores del siglo 20 y con infraestructura del siglo 19”. Por supuesto, años luz de diferencia con modelos regionales, donde la tecnología ya está al día y los avances científicos también puestos al servicio de la educación, mientras en Paraguay aún se transita con solo la mitad del presupuesto, respecto del PIB, para el Ministerio de Educación y Ciencias de lo que recomienda la Unesco, en el marco desolador de la falta de insfraestructura adecuada en todo el país y con la merienda escolar que llega siempre a mitad de año.

También hay falta de infraestructura en los sistemas de transporte y comunicación, con zonas productivas que no cuentan aún con caminos de todo tiempo para sacar los insumos o productos a los centros de consumo, el transporte público es una directa burla al usuario, mientras que hasta las principales avenidas capitalinas están sumamente deterioradas y la logística en general es cara, lo que hace perder competitividad.

Agreguémosle la pandemia interminable de la inseguridad, en cada esquina, a toda hora, impúdica y hasta con anuencia de las mismas fuerzas del orden, que perdieron el rumbo y la autoridad para repeler la violencia y la saña con que marginales aplican el robo cotidiano de bienes, lo que perjudica en mayor medida a la clase trabajadora, indefensa ante la ola interminable de asaltos.

La lista es mucho más larga, debemos reconocerlo. Pero apostemos a buscar salidas a corto, mediano y largo plazo, antes que llegue la hecatombe absoluta.

Primeramente, el 30 de abril próximo se dará una magnífica oportunidad para elegir bien a las nuevas autoridades, que deberán plasmar en la práctica lo prometido y ser patriotas a la hora de decantar por el bien común y la ciudadanía, antes que meramente pagar los tradicionales favores políticos a quienes les catapultaron para llegar al cargo con oscuras financiaciones.

Segundo, toda la sociedad debe hacer el compromiso y contemplar un pacto social, con roles de mayor y menor preponderancia, pero cohesionada; puesto que los intentos atomizados y en compartimientos estancos nunca resultan en transformaciones de valor. Apenas son parches pasajeros. A nadie escapa que esta generación y quizá la siguiente deben hacer el sacrificio para avizorar mejores días en los nietos y bisnietos. De otra, será difícil avanzar. Ejemplos de resiliencia: Alemania y Japón luego de ambas guerras mundiales.

Tercero, la convivencia democrática no debe dejar de lado el castigo a los deshonestos y quienes quieren apropiarse de la cosa pública. Demasiada impunidad retroalimenta siempre el privilegio para los ciudadanos de primera y los males para la gente común. A la larga, muchos quieren subir al carro del indulto o la amnistía, ya que el paradigma es que casi nadie resulta penado ni ante la flagrancia.

Actuar a tiempo evitará la prosecución de muchas angustias, pero eso será solo con verdadero liderazgo y orientando el devenir como nación, incluyendo a todas las fuerzas en el sano y respetuoso disenso. Entonces, ¿cómo encarar la problemática? Para ello, animo al lector/a a traducir día a día, en su quehacer cotidiano, el alcance de la palabra patria.

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