Domingo|30|NOVIEMBRE|2008 - flibre@highway.com.py
***
Asistí esta semana, en el antiguo palacio de la inquisición mexicana, a uno de los tantos debates sobre pobreza y desigualdad. Lo que contaron los especialistas locales e internacionales es que así como están las cosas en la economía mundial lo más probable es que la pobreza crezca en proporciones geométricas en los próximos meses.
Si no hemos sabido aprovechar el crecimiento macroeconómico de los últimos años, nada parece indicarnos que podamos hacerlo en periodos de escasez como los que se anuncian.
Al caminar por un abigarrado centro histórico de la ciudad más poblada del planeta, debía esquivar la manifestación de maestros frente a la Secretaría de Educación Pública, observar las decenas de imprentas “donde todo es posible imprimirlo”, como me advirtió el taxista, y responder a los pedidos mendicantes de varios ubicados frente al templo de Santo Domingo que pedían dos pesos para el pasaje a la nada.
La pobreza en sus varios rostros, los mismos que vemos en cualquiera de nuestras capitales y que según apuntó un senador mexicano constituye en su fase más dolorosa uno de los factores desequilibrantes de la democracia. La ingobernabilidad de nuestros países ocurre cuando la cantidad y rapidez de las demandas no pueden ser respondidas de la misma manera por el Estado que tenemos. ¿Qué se hace ante esto?, solo administrar la decadencia.
Hacer poco para que se demuestre que se quiere hacer algo, pero que en realidad no sirve de nada.
La pobreza es hoy funcional para muchos. Para el mismo Estado que no quiere cambiar de hábitos para los partidos políticos que encuentran más barato y simple comprar que convencer con argumentos, para las iglesias que creen que nunca un rico ingresará al cielo como un camello “no pasará jamás por el ojo de una aguja”, para las decenas de organizaciones pobristas que han levantado un altar en el que colocan sus ofrendas mínimas los países avergonzados de tener tanto frente a aquellos que tienen tan poco.
Hoy los pobres constituyen un elemento funcional para la política, la economía, la religión y la misma educación. Nadie quiere que dejen de serlos porque si ello ocurriera muchos quedarían sin poder, empleo o sin riqueza. ¿De dónde saldrían los miles de soldados del crimen sino fueran de las villas miserias o favelas? El crimen y la delincuencia generan hoy tanto dinero en el mundo que solo son superados por el petróleo y las armas.
La pobreza molesta cuando es violenta. Cuando mata, roba o viola, pero no cuando nos agrede mostrando la inequidad social que un Estado incapaz no puede evitar porque también él se encuentra lleno de pobreza de capacidades que es tal vez la que más duele e impacta en países como los nuestros.
La pobreza de oportunidades fuerza a muchos a la delincuencia, a la migración o a la prostitución.
América Latina tiene el porcentaje mundial más alto de posibilidades de muerte para jóvenes entre 18 y 25 años. 6 veces más que los países europeos y el doble que los africanos. También el suicidio amenaza más a los nuestros.
Nos está matando la pobreza de capacidades y nadie parece darse cuenta de ello. No existe una reacción a algo que podría empeorar aun más con la crisis financiera a nivel mundial y que no parece inmutar mucho a nuestros líderes entusiasmados en cuestiones baladíes a las que otorgan importancia de “asuntos de Estado” mientras los tambores anuncian una embestida social que puede agravar aún mas lo que padecemos.
Eso es también pobreza: de mira, de objetivos, de visiones y de compromisos. Nos hemos acostumbrado tanto a la pobreza que ahora no nos asustaría que viviéramos en la miseria.