Esta tendencia paulatina, pero segura hacia un menor dinamismo del producto tiene que ver con múltiples factores de índole tanto nacional como internacional. Los determinantes históricos del crecimiento económico se debilitaron, por lo que si queremos que Paraguay produzca lo necesario para brindar oportunidades al desarrollo se requieren cambios estructurales.
La demanda internacional de las materias primas que ofrece nuestro país se redujo y, por lo tanto, también sus precios. La expansión de la frontera agrícola llegó a su límite económico y social. Cualquier posibilidad de conseguir más tierras para la producción de commodities implica conflicto, cuyo efecto se traslada negativamente a la economía.
A este contexto adverso se agrega la alta dependencia del clima, cuyo impacto en los últimos 15 días ha sido importante y es una de las causas de los altos niveles de volatilidad económica, junto con la inestabilidad de los países vecinos y de los precios internacionales.
Este escenario poco optimista puede ser transformado con buenas políticas públicas que impulsen un modelo de crecimiento menos dependiente de factores externos y, sobre todo, de mayor generación de valor.
El Presupuesto público tiene los mecanismos para generar este cambio profundo. Las políticas educativa y de salud deben mejorar sustancialmente la calidad del capital humano de manera que las personas con su trabajo se conviertan en las impulsoras del crecimiento.
Las infraestructuras vial y comunicacional son centrales en cualquier economía que busque aumentar la competitividad. Paraguay necesita contar con caminos de todo tiempo, vías para llegar a mejores mercados externos y mayor conectividad. Buenos servicios públicos de agua y energía son fundamentales para la calidad de vida y la productividad de los emprendimientos privados.
Las microempresas y la agricultura familiar absorben gran parte de la mano de obra ocupada y proveen bienes y servicios básicos para los hogares. A pesar de su relevancia en la generación de empleos y en el bienestar de las familias, no tienen el suficiente apoyo y con la calidad necesaria.
El Presupuesto público permite que todos estos ámbitos mejoren de manera a impulsar el crecimiento económico, la generación de empleos e ingresos y en definitiva el desarrollo. A pesar de su relevancia, es un instrumento que tiene problemas de origen –Poder Ejecutivo– y que el Parlamento se encarga de destruirlo todavía más.
Esperemos que los parlamentarios comprendan el rol que tienen en el desafío de construir un Presupuesto capaz de hacer frente a la recesión en el corto plazo, y en el mediano y largo plazo cambiar la trayectoria del crecimiento económico y encaminarnos de una vez por todas al desarrollo.