Hoy meditamos el Evangelio según San Mateo (5:43-48).
En el Evangelio del día de hoy, según nos comenta el papa Francisco, Jesús nos dice dos cosas: primero, mirar al Padre. Nuestro Padre es Dios, hace salir el sol sobre malos y buenos; hace llover sobre justos e injustos. Su amor es para todos. Y Jesús concluye con este consejo: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”.
Por lo tanto, la indicación de Jesús consiste en imitar al Padre en la perfección del amor. Él perdona a sus enemigos. Hace todo por perdonarles.
Pensemos en la ternura con la que Jesús recibe a Judas en el Huerto de los Olivos, cuando entre los discípulos se pensaba en la venganza.
Jesús nos pide amar a los enemigos.
¿Cómo se puede hacer? Jesús nos dice: rezad, rezad por vuestros enemigos. La oración hace milagros; y esto vale no sólo cuando tenemos enemigos; sino también cuando percibimos alguna antipatía, alguna pequeña enemistad.
Es cierto: el amor a los enemigos nos empobrece, nos hace pobres, como Jesús, quien cuando vino, se abajó hasta hacerse pobre. Tal vez no es un buen negocio, o al menos no lo es según la lógica del mundo.
Sin embargo, es el camino que recorrió Dios, el camino que recorrió Jesús hasta conquistarnos la gracia que nos ha hecho ricos. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 21 de junio de 2013, en Santa Marta).
Dios es verdadero amor, porque me ama siempre y porque ama a quien me ha hecho mal.
Ese es el verdadero amor, el que no tiene límites. Los hombres somos criaturas finitas, pequeñas cosas comparadas con el universo o con el creador, pero en algo podemos asemejarnos a Dios: en que tenemos la capacidad de amar infinitamente.
(Frases extractadas de http://es.catholic.net/op/articulos/13073/el-amor-a-los-enemigos.html#modal y Cf Homilía de S.S. Francisco, 21 de junio de 2013, en Santa Marta)