Nelson Cabrera, defensor y capitán de Cerro Porteño, por fin se decidió a complacer el insistente pedido —a veces velado, a veces directo— de su compañero de facultad. “Vení este domingo a La Olla y después del partido te voy a regalar mi camiseta”, le dijo. José Reinoso no lo sabía, pero ese suceso sería el punto de partida de un hobby que hoy le permite poseer una invalorable colección de remeras de fútbol.
Era octubre de 2007 y se estaba jugando en ese momento el torneo Clausura, recuerda José. Desde 2006, Cabrera y él eran compañeros en la carrera de Ingeniería Comercial. Tras ese partido, en el que el Ciclón le hizo cuatro goles a 12 de Octubre, el fanático cerrista volvió a su casa emocionado por el triunfo y también porque, por primera vez, era propietario de una prenda regalada por un futbolista, que encima era su amigo.
El aprecio por esa camiseta despertó en él unas ganas que antes no había sentido y tuvo deseos de sumar otras. Había encontrado la motivación que todo coleccionista necesita para empezar a buscar y a adquirir ese claro objeto de deseo, comprando, pidiendo o en forma de regalo de parte de sus amigos y también de futbolistas, quienes ya estaban enterados de su afán por formar una vasta muestra de la evolución de la segunda piel del club de sus amores.
El amor de José por Cerro viene de mucho antes, una herencia familiar. Es socio del club de Barrio Obrero desde los ocho años. Nacido en Asunción el 7 de marzo de 1984, al año (una foto lo atestigua) su papá ya le había regalado su primera camiseta con los colores azul y rojo, en una época en que las marcas todavía no se habían adueñado del mercado y pocos se preocupaban por adquirir una prenda original.
Obsequios del alma
“Cuando chico siempre me regalaban remeras de Cerro, las que se vendían en las casas de deportes, pero mi primera camiseta original la compré cuando estaba en segundo curso, en 1997, de una tienda que estaba cerca de mi colegio, Cristo Rey”, relata Reinoso.
Aquella casaca la tuvo por algún tiempo y después se la vendió a un compañero. No tenía el número en la espalda, pues en ese entonces el oficial solamente se le ponía a las camisetas de los jugadores. “En ese momento tampoco me interesaba guardarlas, porque no pensaba en coleccionar”, agrega.
Debido a una ruptura sentimental, decidió vender la oficial que le habían regalado en 2004. Al año siguiente se compró otra, hasta que en 2007, el obsequio de Nelson Cabrera hizo que comenzara a ver a las camisetas con mayor aprecio. A partir de ese momento empezó a comprar prendas oficiales, y así lo sigue haciendo, sumándoles muchas que le fueron regaladas por jugadores “con los que hice cierta amistad y también personas allegadas al club, que conocen mi fanatismo, mi hobby por las camisetas”.
Reinoso posee actualmente 184 ejemplares de su pasión. La más antigua es una usada en 1982, que tiene encuadrada y que luce en el pecho una inscripción de homenaje a quienes lucharon en la Guerra del Chaco. Lleva el número 22 y pertenece al lote de las primeras casacas suministradas al club por una marca, en este caso Topper de Brasil, que en 1981 cerró un contrato con Cerro y con Olimpia para la provisión de uniformes.
En la colección hay camisetas correspondientes al primer uniforme, como también las alternativas y las de arquero. Adicionalmente posee algunos ejemplares confeccionados especialmente para los hinchas y otros que fueron realizados como prototipo, pero que finalmente no fueron producidos en serie. También tiene una camisilla del equipo de básquetbol campeón en 2012.
Con historia
Otro grupo que incluye la colección es el de los modelos históricos, de algodón, anteriores a la identificación con marcas y que José hizo confeccionar en Buenos Aires, Argentina. Una de ellas lleva el número 10 y está esperando por quien quizás sea el mayor ídolo cerrista de todos los tiempos, el gran Saturnino Arrúa. José aclara que ninguna de las camisetas de su colección es idéntica a otra. “Todas son diferentes, aunque sea por algún detalle. Por ejemplo, una de mangas largas, para mí, ya es diferente a otra de mangas cortas, por más que sean del mismo modelo. O si tiene un auspiciante distinto o cambió algún detalle del cuello o de la manga, entonces ya no es igual a ninguna otra”, explica, resaltando su pasión por los detalles distintos, como corresponde a todo buen coleccionista.
Nuestro entrevistado es un celoso guardián de sus prendas y las mantiene bajo llave en un placard. Solamente las muestra a sus amigos de mayor confianza y en alguna ocasión especial. Ni siquiera las lleva a los partidos y a lo más que llega es a sacarse una foto con alguna casaca cuando es nueva y después... a guardarla.
Reinoso estima que su colección está valuada en unos 20.000 dólares, aunque esto depende, desde luego, del valor que podría tener para un eventual interesado. Pero vender no está en los planes de este fanático, quien espera seguir acrecentando su colección y, algún día, cedérsela a su hijo, que hoy tiene cinco años y medio, para que la pasión se siga agigantando.
Foto: Fernando Franceschelli.