Arrom y Martí estuvieron libres hasta la víspera en que la condena estaba lista contra ambos y se marcharon a Brasil donde vivieron 18 años. Bolsonaro le dio una mano al gobierno de Abdo quitándole el estatus de refugiados políticos a los dos, más Colmán, pero no procuraron detenerlos y expulsarlos a territorio paraguayo como lo hacemos nosotros con varios delincuentes brasileños contra quienes sencillamente no podemos. Los tres con órdenes de captura no efectivizadas –en esto tampoco los brasileños son muy eficientes– se marcharon a Uruguay. Ya sabían la estrategia y de la mano del abogado Ruiz Díaz, el mismo que habló con el retrato del Dr. Francia en el Palacio de López en los minutos previos a la destitución de su jefe Lugo, consiguieron que los finlandeses le dieran acogida previa resolución de la jueza que sustanció el pleito. Hasta aquí el itinerario de un caso donde pareciera que nadie quiere asumir que los tres acusados vengan a purgar su condena en Paraguay.
La paraguayada de su detención y tortura tiene todos los ingredientes de la palabra. Dicen que fueron detenidos por agentes de la seguridad del Estado y que uno de ellos, que no cobró el porcentaje del secuestro pagado, terminó por delatar el lugar de reclusión del par de acusados. La versión popular de que “quien roba al ladrón tiene cien años de perdón” terminó por justificarlo, porque pareciera que nadie quiere al trío en el país porque hay muchos vivos que no desearían que el escándalo termine por salpicarles y reclamarles la porción del secuestro. Evidente paraguayada.
Nosotros queremos una justicia justa cuando varios de los nuestros fueron a Uruguay buscando refugio político, como el caso de los jóvenes del PLRA que defendieron la Constitución ante su inminente violación o la joven estudiante de la Católica que acusó a un connotado miembro del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados de haberla acosado. En respuesta, el aludido encontró una magistrada a la medida, que solicitó su detención por haber comprado notas en la universidad. Típica paraguayada. Se denuncia un hecho, se presentan las evidencias y el acusado termina acusando a la otra persona por el robo de una cabra por parte de su abuelo. ¿Adivinen a quién le da la razón la justicia nuestra? Ejemplo de paraguayada. El presidente de la República que hizo lobby político en la CIDH declara prácticamente una “guerra” contra Uruguay, Finlandia, Acnur y la ONU y se decepciona de la manipulación de la justicia del país oriental. Otra paraguayada más. Si queremos ser tratados como país serio debemos asumirlo al interior de nosotros. Y con semejante estado actual de la justicia y de la política criolla nos tratan como lo que somos. Demasiadas paraguayadas no se compadecen con lo que debemos ser, recibimos el vuelto igual que nuestro comportamiento y nos enojamos. Sencillo.