05 ago. 2025

Oro, incienso y ¡birra!

Por Esteban Aguirre Barrail - Director Ojo de Pez SA

Ya llegó de nuevo el fin de año. No sé si a mí nomás me parece o el 2010 entró en una turbulencia de actividades después de Semana Santa, que hacen exclamar: "¿Ya es diciembre? ¡Otra vez!”. Sensación que crece y se hace aún más vertiginosa con el avance de la tecnología; hay tantas cosas por hacer y no hay tiempo para disfrutarlas. Las actividades abundan y el día sigue teniendo 24 horas.

Espero que esto sea una cuestión de la bendita edad y alguien me llame hoy (por ser domingo) para decirme: “Tranquilo, Esteban, no pasa nada. Es un vyrorei del momento, a los 40 todo se pone mejor”. A los 30, uno analiza todo. Piensa en su pasado, para entender su futuro; a la parentela, para llegar a sus raíces; sus gastos, para ver si se pueden traer hijos al mundo; las medias que la tía abuela regalará año tras año, entre otras cosas. Tanto análisis dejó el tema Navidad archivado en mi bandeja de entrada. Festejamos una Nochebuena con costumbres norteñas y calor sureño, que hace propicio ver a algún tío vestido de Papá Noel, con 40 grados de calor, ¿será que ni un solo niño se pregunta por qué este personaje no se afeita y curte “chorcitos TP” para las fiestas? Es simpático que exista tanta mezcolanza en el festejo navideño. Por una parte, está la libertad sudamericana de hacer sonar mbokapu, como si fuera la Tercera Guerra Mundial, en una eterna batalla de perder o no el dedo gordo; lo que jamás fue un problema hasta que empezamos a mensajear y manejar al mismo tiempo. Después está el surtido gastronómico de recetas de foráneas, que ignora los platos paraguayos, resultando un menú invernal. Irónico, ¿no? Papá Noel está presente y no hay vori-vori en vez del pavo. Por último, mi detalle favorito, que no deja de llamarme la atención, es la ingesta de alcohol. Las fiestas son el equivalente a ganar un Mundial. Con ideas locales podríamos vivir más intensamente la experiencia navideña. Para lograrlo, hay que fomentar nuestras tradiciones en esta ceremonia de diciembre. ¿De dónde vienen las 12 uvas? ¿por qué se come pavo? ¿Fue la flor de coco inmortalizada en lírica por el señor Esteban Morabito? Son solo algunas cuestiones que ocupan mis pensamientos. Por eso, me voy a tomar cinco minutos, entre el ponche y la lengua a la vinagreta, para determinar si puede existir una Navidad auténticamente paraguaya o si somos herederos de costumbres ajenas.