En su informe semestral de perspectivas, publicado ayer, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) llevó hasta el 3% la caída del PIB argentino este año, 1,2 puntos más que en su anterior previsión de mayo pasado.
En 2020, en tanto, el deterioro de la economía será del 1,7%, cuatro décimas menos de lo anteriormente augurado y para 2021 se prevé un crecimiento del 0,7%, el primero desde el 2017.
Los desequilibrios internos y externos que condujeron a la recesión iniciada en el 2018 se agravaron con las incertidumbres políticas sujetas al ciclo electoral, abierto con las primarias de agosto, traducida en la ida de capitales y una fuerte depreciación de la divisa.
La situación provocó una reestructuración de la deuda a corto plazo y el restablecimiento de controles monetarios abolidos en 2015, lo que provocó la aparición de un mercado cambiario paralelo e interrupciones en pagos.
Esto estancó la inversión, al tiempo que la inflación degradó el poder adquisitivo de los particulares. La volatilidad afectó al crecimiento y se tradujo en un aumento del desempleo, que inició a mediados del 2015.
La organización prevé que la demanda interna se mantenga moderada hasta fines de 2020, porque la estabilización económica seguirá precisando de rigor macroeconómico, lo que augura un incremento del desempleo. El tipo de cambio más competitivo estimulará la exportación, que tirará hacia arriba de la economía y será el fundamento de la salida de la recesión.
La entidad alertó de los riesgos fiscales a causa de los altos niveles de deuda y las dificultades de Argentina para acudir a los mercados crediticios internacionales. También señaló que la inflación podría descontrolarse si se relaja la política monetaria. EFE