18 jul. 2025

Oración humilde y perseverante

Hoy meditamos el Evangelio según San Marcos 7, 24-30.

El Evangelio de hoy está dirigido especialmente para todos aquellos que se cansan de rezar porque creen que no son escuchados. En la oración de la mujer cananea se hallan resumidas las condiciones de toda petición: fe, humildad, perseverancia y confianza.

El intenso amor que muestra hacia su hija poseída por el demonio debió de agradar mucho a Cristo. La oración es el gran recurso que nos queda para salir del pecado, para perseverar en la gracia, para mover el corazón de Dios y atraer sobre nosotros toda suerte de bendiciones del cielo, ya para el alma, o para lo que se refiera a nuestras necesidades temporales.

Tanta necesidad tenemos de pedir para conseguir la ayuda de Dios, para obrar el bien, para perseverar, como precisa es la siembra para cosechar después el trigo. Sin la siembra no hay espigas; sin petición no tendremos las gracias que debemos recibir. Y a medida que intensificamos la petición identificamos nuestra voluntad con la de Dios, que es quien verdaderamente conoce nuestra penuria y escasez.

Él nos hace esperar en ocasiones para disponernos mejor, para que deseemos esas gracias con más hondura y fervor; otras veces rectifica nuestra petición y nos concede lo que realmente necesitamos; finalmente, en otros momentos no nos concede lo que pedimos porque, sin darnos cuenta quizá, estamos pidiendo un mal que nuestra voluntad ha revestido con la apariencia de bien.

Nuestra oración ha de ser, pues, confiada, como quien pide a su padre, y serena, porque Dios sabe bien las necesidades que padecemos, mucho mejor que nosotros mismos, y cuando pidamos algún don, hemos de pensar que somos hijos de Dios, y él está infinitamente más atento hacia nosotros que el mejor padre de la tierra hacia su hijo más necesitado.

(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http://www.acipresa.org)