Héroes contemporáneos
Es en esta época del año en la que por inercia espiritual, sin necesidad de algún credo, uno hace sumas y restas interiores. La intención de esta opinión no es salvar la humanidad. Es simple: invitar a pensar. Hacer un paréntesis que invite a la reflexión personal. ¿Sobre qué? El heroísmo.
Hagámoslo así: Para vivir –sobre todo en Paraguay–, hace falta ser muy valiente. Si lo analizamos con una visión cristiana, hoy son otros los circos a los que los creyentes son arrojados; son otros los ideales que se defienden, otros los césares que bajan los pulgares y otras las bestias que los destrozan. Los peligros y corrupciones nos acechan día a día. Sobran situaciones que ponen en jaque nuestras decisiones y postura. Al fin, cuesta jugarse la cabeza, pero hay que hacerlo, aunque nuestros intereses se vean amenazados. Eso a título personal, pero en el escenario estatal decepciona, cansa ver que los momentos más duros de crisis que tuvimos –solo en este año–, sobraron dedos de una mano para contar quiénes se hicieron cargo de los problemas, quiénes se pronunciaron, quiénes “dieron la cara”.
Como dije, hubo gente que sí lo hizo, modelos de valor y dignidad a la hora de la defensa de los ideales y de la fe. Pero para evitar suspicacias, tomemos un ejemplo de afuera: el rey Balduino de Bélgica. Toda su vida fue profundamente católico. Un hombre que en su humildad era querido por su pueblo y respetado por su rectitud moral. Pero a Balduino, no le bastó con tener una imagen asegurada. Pudo quedarse en la comodidad de la hipocresía, en la clásica doble moral, pero no. Él se jugó la cabeza, con la corona incluida.
Quizás recuerden, el 4 de abril de 1999, el mundo no daba crédito a lo que escuchaba en todas las noticias: el rey se negó a sancionar el proyecto de ley sobre el aborto. La ley ya había sido aprobada por amplia mayoría en el congreso. Él decidió jugarse la corona para defender su fe.
La situación jurídica y política inédita dejó boquiabierto al mundo. Se amparó en un artículo de su constitución: sobre la “Imposibilidad del soberano para reinar”. La tomó, y sin vueltas, sencillamente argumentó: “Por razones de conciencia”. Balduino dejó de ser rey por 36 horas, y en ellas desató una crisis jurídica, política y religiosa nunca antes vista. Por supuesto, quienes lo apoyaban, confirmaban su admiración; quienes lo condenaban, lo acusaban de traicionar al pueblo al que debiera servir.
Los partidos de izquierda incluso pidieron su abdicación.
Finalmente, el parlamento restableció al monarca que supo llevar con coherencia su fe hasta las últimas consecuencias. Eso es ser héroe: defender los ideales, la fe. Decidirse a ser o no ser algo, alejándose de la tibieza, la mediocridad.
En fin, sobran, en la historia, anécdotas como esta; y de gente no precisamente religiosa, ni lejana, sino de aquí en Paraguay. Esta simplemente fue la propuesta para análisis personal de la propia valentía. Ante tantos testimonios de heroísmo real y contemporáneo, uno se pregunta: ¿es acaso tan difícil decidir llevar la vida con valor y dignidad? Sí, lo es. Y ese es el mérito. Hay que animarse.
Silvia Páez Monges Guanes
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