22 jul. 2025

OPINIÓN PÚBLICA

¡Que viva el dengue!
¡Alabado sea ese enviado de la madre naturaleza, que con ritmo tropical de merengue y merequetengue, se instaló en nuestro suelo para poner en evidencia lo nefasto de la casta burocrática que instauró y enalteció la mediocridad al servicio del “sufrido pueblo paraguayo”!

¡Adelante con el Estado obeso que da conchabo a parásitos a cambio del voto, en detrimento de los ciudadanos productivos! Ellos, los que no se venden, huyen hacia los cuatro vientos a forjar prosperidad fuera de la patria envilecida… La filosofía política de Robin Hood, que inspiró el robo a los ricos para dar a los pobres, convirtió a la nuestra en sociedad de mendigos e incapaces, de resentidos contra el “materialismo” de los que buscan la eficiencia y la creatividad a cambio de una vida digna y útil.

¡Que viva el dengue! Adelante los beneficiarios de viviendas baratas en serie, pagadas con préstamos internacionales y con ingentes impuestos que abruman a los que todavía intentan producir algo en medio de la maraña legislativa paralizante. Adelante la población víctima de los mosquitos vengadores que castigan la necedad de una sociedad seducida por el Estado benefactor. Adelante los que no ambicionan un sistema de garantías jurídicas y constitucionales para el trabajo honrado y la producción responsable. Que salgan a las calles para hacer lo que las Municipalidades deben hacer y no hacen, pues los impuestos sirven solamente para comprar el voto de ciudadanos vencidos por la ignorancia y la mentira. ¡Que trabajen limpiando charcos, que con pala y pico abran camino a las aguas de nuestro orgulloso acuífero Guaraní enriquecido por el fenómeno de El Niño! Que laboren aplastando mosquitos, ya que no atinan a reclamar a los micos gobernantes (empotrados al frente de la nación asolada por ellos más que por todas las plagas del Medioevo), los derechos ciudadanos que les fueron conculcados al grito propagandístico de “Justicia Social”, “igualdad”, “solidaridad” y otras monsergas de moda, para instaurar el reinado de la mediocridad en detrimento de la capacidad y la responsabilidad calificadas de “materialismo capitalista"…

Por mí, que sigamos bailando al ritmo latinoamericano del dengue, del merengue y del merequetengue. Que cada ciudadano esté obligado a comprar pantallas de karanda’y para incrementar la industria nacional y para matar mosquitos (bajo pena de amenaza de cárcel o de multa). Creo firmemente que es necesario pagar el precio de muchas vidas de los que aún quedan en el país, para aprender a odiar menos a los “materialistas”, a mirar dentro de nosotros mismos, y a evaluar mejor nuestra “identidad” arcaica tribal tan añorada según la vigencia de la ley del cangrejo…

Por mí, adelante con el dengue. A bailar se ha dicho. Nos lo tenemos más que merecido…

Lucy Mendonça de Spinzi
CI Nº 54.239

Conversaciones de sobremesa
Mi amigo José Mari, que vive en Europa, me comenta, no sin una cierta admiración, lo cerca que vivimos del frío respecto a las altas temperaturas que es posible alcanzar. Quizá sea fruto de alguna de sus recientes lecturas de divulgación científica, pero sigue sorprendiéndole que la temperatura más baja que nunca se podrá rebajar es de “sólo” 273ºC bajo cero, mientras que no existe límite en la naturaleza para el calor, alcanzándose los miles de millones de grados en el interior de las estrellas o en laboratorios terrestres.
Los seres vivos habitamos un planeta que, en su superficie, oscila entre los -90ºC (mínimos de la Antártida) y los 60ºC (máximos del Sahara), siendo la temperatura interna en el caso de los seres humanos de 37ºC, con muy poca posibilidad de variación. ¿Por qué estamos tan cerca del mínimo absoluto y tan lejos del máximo en la escala de temperaturas?
La temperatura mide el estado de agitación, de desorden de las moléculas que componen el objeto observado. Si se trata de agua, por ejemplo, por debajo de los 0ºC está organizada como hielo, en estado sólido con moléculas en una red que vibra, cada vez menos según disminuye la temperatura. La ciencia establece que el movimiento molecular, de cualquier sustancia, cesa a la temperatura de -273 ºC, el cero absoluto en grados Kelvin, cuando el “orden” y el frío son máximos.
Continuando con el caso del agua, en el intervalo de 0-100ºC (a una atmósfera de presión), las moléculas pasan a estado líquido, rompiendo su estado cristalino y deslizándose unas sobre otras, de modo que manteniendo su volumen, adoptan la forma del recipiente. Al superarse la temperatura de ebullición, las moléculas se volatilizan y espacian hasta ocupar todo el volumen disponible, aumentando su velocidad y dispersión según crece la temperatura.
Dado que el grado de quietud y reposo está determinado, el mínimo de temperatura es definible y acotado, pero el nivel de desorden, caos y agitación… puede ser ilimitado, como la temperatura. Para vivir necesitamos una cierta adaptabilidad, por ello nuestro organismo está compuesto por tejidos más líquidos que sólidos, con un orden relativamente alto, propio del frío. Definitivamente, entre los extremos físicos posibles, para estar vivos hemos de mantenernos como seres ordenados y fríos.
Mikel Aguirre
Educador

La confianza
Creo que no hay nada más importante en la vida de un ser humano que la confianza. Dialogando con mi hijo de 12 años, analizamos la importancia que tiene cuando uno confía plenamente en el otro. Le pedí que nunca me mienta, por más dura que sea la realidad, la equivocación o el hecho, porque cuando uno pierde la confianza en el otro, el resultado es irreparable, aunque pueda haber un pedido de disculpas de por medio, ya nada será igual. Ello ocurre en todo tipo de relación.
Sin embargo, en la relación madre-hijo veo con tristeza que constantemente son muchas las mamás, que matan y traicionan la confianza de sus hijos. Hace poco, en un laboratorio, minutos antes de entrar para extraer su sangre para un hemograma, pude observar con mucho pesar que una señora le decía a su hijito chico que lo llamarían para tomar helado, la criatura acudió al llamado de la enfermera felicísima y ansiosa… pero, rápidamente, escuchamos los gritos asustados y desesperados del desengaño… Lo mismo y, es muy común, cuando los sacan de mi casa para retornar a la suya, diciéndoles que de aquí se van a la plaza de juegos del shopping o a algún otro lugar de esparcimiento y diversión… Como dijo el doctor Rinaldo De Lamare, luego el problema acaba, pero la angustia se queda, las criaturas crecen desorientadas porque perdieron la confianza en sus madres.
Yo disfruto, y es muy bonito confiar totalmente en las personas que me rodean, ya sean familiares, amigos, vecinos o profesionales con los que me relaciono. Me gusta confiar e inspirar confianza. Debe ser muy triste la sensación de haber decepcionado a alguien.
Confiar es esperar con firmeza y seguridad de alguien o de una cosa. Es muy importante también confiar en sí mismo, así como estar predispuesto a querer confiar y preservar la confianza que nos tienen los demás.
Practiquemos volver a confiar en nosotros mismos como ciudadanos de un país libre y democrático.
Marzhia Navarro