18 may. 2025

Opinión estratégica sobre la inseguridad

Una teoría se funda sobre un largo proceso de observación basado en hechos concretos derivados por la acción humana. En el año más duro de la pandemia me preguntaron: “¿Por qué las acciones del Estado o de los sucesivos gobiernos no fueron contundentes para acabar con la inseguridad?”. Respondí: “Por varias razones. Una de ellas, la más concreta, es que el Estado paraguayo comparte la administración del territorio nacional con varias corporaciones que le disputan ese mismo espacio, población y autoridad, ley y gobierno”.

Le disputan sus propios elementos constitutivos. Es por ello que a los órganos de inteligencia les cuesta mucho permear para dar más a menudo con las personas buscadas por la Justicia”.

Y ejemplifiqué: “Imagine a los tres departamentos comprendidos dentro de la Ley N° 5036/2013: Concepción, San Pedro y Amambay. Imagine sus distritos, sus gobernaciones y municipios. Incluya al Ministerio Público y a la Policía Nacional. Aplique ese mismo criterio a la zona de Gran Asunción y a las ciudades más densamente pobladas del país, haga un apartado especial en las ciudades fronterizas. Bien, la respuesta a la ola de inseguridad radica en que el poder fáctico de policía (hablo de Políticas Públicas), que debe ser monopolio exclusivo del Estado, es compartido con varias corporaciones (delictivas o no), algunas relacionadas entre sí. A continuación, imagine una mesa redonda en donde no existan cabeceras, una mesa sin líderes visibles ni paterfamilias, en donde todos los comensales sean iguales, como socios de una misma empresa. En una mesa así todos son iguales, son primus inter pares”.

Como se ve, es una clásica acción de equilibrio geopolítico —fenómeno que se da también en otras partes del mundo— hecho que acontece igualmente en otras potencias, cuando estas intervienen dentro de su propio territorio o en otros países (Ver la serie Punto de inflexión, en Netflix). Ahora, pasemos de este breve análisis a la acción política: muy probablemente la causa de la violencia social se deba a la incapacidad del Estado de compenetrarse verdaderamente con la población para satisfacer sus necesidades básicas, ello socava su legitimidad y lo aleja de aquella sociedad que pretende regular. ¿Habrá esperanzas ante esta realidad? Tal vez. Ensayemos dos. Primero, hablemos del mando o del liderazgo virtuoso. Un mando con esas condiciones se funda en la capacidad y se nutre de una escala de valores definida por la virtud de sus líderes. Un mando sin ambos elementos es débil, no se compromete y, por tanto, es carente de agresividad.

Pero no seamos ingenuos. Un mando virtuoso solo será una brisa fresca, un momento. Ocurrió en nuestra historia política y de la humanidad, y es un fenómeno que volverá a producirse de manera cíclica. Lo segundo es más trabajoso, pero también más perdurable. Es una propuesta de solución a largo plazo que quizás ni usted ni yo la lleguemos a contemplar; implica construir una relación entre el poder y la sociedad a partir de la descolonización de ambos entes, con instituciones más democráticas, de epistemología paraguaya, más nuestra.

Pero como ello es más complejo, no le quiero aburrir con el desarrollo de esta segunda teoría. Es mi último artículo del año. Que el 2022 traiga paz y prosperidad para el Paraguay.