El egoísmo, la ambición y todo lo que genera la corrupción, las desigualdades sociales, los crímenes y los asesinatos, tienen su origen en la situación de injusticia que destruye al ser humano, la familia y la sociedad misma.
Así lo afirmó ayer monseñor Joaquín Robledo, obispo de la Diócesis de San Lorenzo, durante la misa del novenario de la Virgen de los Milagros de Caacupé, resaltando que “la situación de injusticia que se da en la sociedad es un contraste con el proyecto de Dios”.
Bajo el tema “Los frutos del Espíritu Santo en la vida de los cristianos”, exhortó a los jóvenes a dejar que actúen en ellos el amor, la alegría, la paz, la comprensión, la servicialidad, la bondad, la lealtad, la amabilidad, a tener dominio de sí mismos y que no se dejen guiar por los flagelos que contaminan la vida, envolviéndolos en el egoísmo y alejándolos de la paz.
“El poder, el placer y la plata se resisten de mil formas a las exigencias del amor, ponen trabas y barreras. El hombre espiritual es el que se deja guiar por el espíritu, quien recapacita y escucha; el hombre carnal se hace esclavo de sus propias pasiones y se encierra en un egoísmo estéril”, reflexionó.
Remarcó que la felicidad verdadera trasciende más allá de los “valores codiciados por el mundo” y llega a aquellos humildes, con alma de pobres, en alusión a aquellos que velan por el bienestar de otras personas sin intereses.
“Tener alma de pobre significa estar abierto a Dios. El Señor quiere nuestra felicidad, por eso Jesús dice: ‘Felices los que tienen alma de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos’”, señaló el obispo de San Lorenzo.
Recordó que el Evangelio nos invita a los creyentes a un compromiso real por la justicia, por el desarrollo humano y por la dignidad de los más pobres. (D. B.)
La situación de injusticia que se da en la sociedad tiene su origen en el corazón humano, en el egoísmo y la ambición, en todo lo que genera la corrupción, las desigualdades sociales, los crímenes y los asesinatos.