A un año de la desaparición de la niña de Emboscada, su abuelo, Rufino Zapata, afirma que le es difícil conciliar el sueño. “Por las madrugadas me levanto y pienso qué fue lo que pasó. No voy a descansar hasta encontrar a mi nieta”, se sincera el hombre, que acordó hablar con ÚH sobre el calvario que está viviendo su familia.
Don Rufino lleva por su vehículo un pedido de justicia, también por el barbijo con el que busca protegerse del virus que está azotando a la población, y con sus expresiones. “Todo se vuelve muy raro y las autoridades parece que están con los brazos caídos; no hay ningún resultado y ya pasó un año”, se queja el hombre.
En un pronunciamiento público, Reiner Oberuber, uno de los detenidos e imputados por este caso, mencionó a Zapata como uno de los supuestos responsables de la desaparición de la niña, en un intento de desmarcarse del caso.
ACUSACIONES. Al respecto, el abuelo de la niña señala que las acusaciones en su contra son parte de una estrategia de abogados para ayudar al alemán. “Muy poca cosa lo que puedo decir de lo que dijo Reiner. Que la Fiscalía me siga hasta donde quiera; mi familia está a disposición”, asegura.
PACTO DE SILENCIO. Lilian Zapata, madre de la niña, imputada por violación del deber de cuidado, guarda un silencio que inquieta a sus propios familiares y gran parte de la población. “Si ella sabe algo, que lo diga. Tenemos que saber qué fue lo que pasó con la pequeña. No sé si sabe todo ella, pero algo debe saber”, manifiesta el hombre, que admite que hace muchos meses que perdió contacto con su hija.
Para Zapata, los investigadores se deben centrar en el alemán detenido, ya que afirman que es el único responsable de la desaparición.
Con un destello de indignación en la mirada, afirma que si lo tiene frente a sus ojos, le va a preguntar al hombre lo que, hasta el momento, sigue siendo todo un enigma. “Si le tengo en frente, le voy a decir qué fue lo que hizo de mi nieta y que termine con este calvario”, exclama.
La niña fue vista por última vez el pasado 15 de abril de 2020, en la casa de Monte Pacará, Emboscada, donde residía con su madre, su hermana y su padrastro.
Sus tutores esperaron un día para denunciar su desaparición y afirmaron que la niña se perdió en el monte, persiguiendo a unas cabras.
Luego, los agentes hallaron inconsistencias en las declaraciones y la investigación dio un giro, convirtiéndose en una causa nacional.
Se realizaron más de 30 allanamientos en distintos puntos del país, especialmente, en el Departamento de Cordillera, donde se incautaron de documentaciones, y otras pruebas que siguen siendo cotejadas.
A un año de la extraña desaparición de la niña de Emboscada
Los familiares de la pequeña, que fue vista por última vez en Monte Pacará, piden a las autoridades el esclarecimiento del hecho y el fin de un largo calvario. Investigación estancada por falta de colaboración
Uno de los “testigos mudos” con el que cuenta los investigadores en este intrincado caso es una muestra de sangre humana que fue hallada en la zona de Monte Pacará.
El análisis de esta prueba, según el comisario César Silguero, será fundamental para esclarecer el hecho. Pero dicho trámite no puede realizarse, debido a la negativa de los padres de la niña a someterse a una prueba de ADN para así determinar si la sangre hallada le pertenece a la pequeña.
Silguero lamentó la falta de colaboración de los progenitores de la niña para que sepa la verdad de lo ocurrido en Emboscada. “Lo que tenemos son unas manchas de sangre que en su momento fueron manchas, pero luego se confirmó que son de sangre humana. Ahí nos quedamos porque no hubo cooperación de la madre y tampoco del padre, que vive en Suiza. Todo está estancado por cuestiones ajenas a nuestra voluntad”, explicó el uniformado.
El jefe policial aseguró que el equipo que se conformó para investigar el caso sigue buscando a la niña. “Vamos revisando lugares, eso no se ha dejado de lado. Evidentemente, no tenemos la información precisa. Siempre estamos siguiendo la búsqueda”, reveló.