Ocho años después de la tragedia, la viuda recuerda como tuvo que golpear puertas para poder cobrar una pensión por parte del Estado. “Un año después de la muerte de mi marido, el entonces presidente Nicanor Duarte me entregó una condecoración. Yo le dije en ese momento que agradecía la distinción, pero lo que necesitaba era una pensión. Dos meses después me otorgaron”, comentó Celsa, quien hizo una pausa en medio de su trabajo para la entrevista. Ella es docente en una escuela de la Aldea SOS en Zeballos Cué.
la pensión no alcanza.Además de tener que pasar por la humillación de pedir una pensión, la viuda del policía caído en servicio, se tuvo que conformar con 450 mil guaraníes al mes, que le otorgaron en esa época. “Lo más triste fue que me hicieron la liquidación como si fuera que mi difunto marido se había retirado por su voluntad y él en realidad murió trabajando, en servicio. En ese momento su sueldo era de 1 millón 200 mil guaraníes y a mí me dieron el 70% que apenas alcanzaba para pagar la niñera de mis hijos, ya que yo siempre trabajé. Si dependía de la pensión de mi marido, me iba a ver en figurillas” relató. Actualmente la pensión es de 600 mil guaraníes.
“La vida del policía es muy difícil”, dice Celsa, recordando el raquítico sueldo que ganaba su marido cuando aún estaba en servicio. Ese dinero tenía que estirarse para comprar su propio uniforme, el arma que utilizaba; también compraba las balas y de eso le tenía que sobrar para mantener a su familia. “Tenían un seguro de vida que ellos mismos pagaban. Pero sería bueno que el Estado se ocupe de eso. Lastimosamente, no hay ninguna garantía para la familia de un policía”, indicó.
Dos hijos. El suboficial Brítez, además de una viuda dejó dos huérfanos: Andrea que hoy tiene 16 años y Alejandro de 12 años. Según la madre, los dos se llenan de cuestionamientos que hasta hoy ella no puede explicar. “Sobre todo mi hija mayor es la que más sufre. Ella no puede ver el noticiero. Le pesa mucho la muerte de su papá. Mi hijo menor también se hace preguntas y me dice del porqué mataron a su papá y siguen matando tanta gente inocente. Yo no sé qué decirle”, expresó.
En la última conversación que tuvo con su marido, Elsa recuerda que él le había hablado de lo peligrosa que era la zona y que quería ser trasladado. “Él no me hablaba de ningún grupo armado en ese entonces; lo que me decía es que había muchos narcotraficantes y que ese era su temor. Pero después de su muerte, comenzaron a atribuir el hecho a esos guerrilleros”, dice con cierta rabia en la voz.
Cuando habla del EPP, a la viuda del policía se le humedecen los ojos y no oculta la impotencia que siente cuando opina sobre el grupo armado, considerado responsable de la muerte de su marido. “Yo creo que sí existe ese grupo pero aún no entiendo cómo todavía no le pueden agarrar. Yo creo que le dan tiempo para que se escondan. Mientras tanto sigue muriendo gente inocente”, concluyó.