Por Carlos Elbo Morales
carlos-morales@uhora.com.py
La tiene bien clara. Para el sociólogo alemán Manfred Liebel, la clave no está en quitar de las calles o de donde sea a los niños que se ganan el sustento y aporte para sus familias con el trabajo. La clave está en reconocer que realizan esa labor.
Liebel además de investigador es colaborador del Movimiento Latinoamericano y del Caribe de las Niñas, Niños y Adolescentes Trabajadores (Molacnats). En el VII Congreso Mundial por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia que se realizó estos días en Paraguay, fue uno de los disertantes, donde habló de diversos temas. Entre ellos, señaló la postura que llevará este grupo el próximo año ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con respecto al trabajo infantil. En charla con ÚH compartió su visión sobre este caso y resaltó el movimiento de niños trabajadores en el país.
–¿Qué tan importante es que estos niños se organicen?
–Es importante porque pueden colocar su movimiento social más en el contexto político. De esta manera ganan más importancia. Esto incluye riesgos, prácticamente te afilias a un partido o ideología, pero no es el caso acá. Tenemos niños de sectores populares que trabajan y mantienen su autonomía. Con base en eso colaboran estrechamente con otros movimientos sociales. Eso es importante para ellos mismos, porque siempre hay movimientos de niños que tienen nuevos miembros y tienen que aprender de nuevo todo y los que ya están les transmiten conocimientos y experiencias. El movimiento en Paraguay está bien cohesionado.
–¿Qué fue lo que le llamó la atención de este movimiento en el país?
–Acá están muy bien organizados. Claro, en un país pequeño están concentrados en Asunción y las cercanías. Pero es muy particular en Paraguay que el movimiento de los niños trabajadores tenga vínculos estrechos con otros movimientos sociales, como los campesinos y el movimiento indígena. Esa es una característica particular del movimiento aquí. Están bien organizados y ayudan en otros contextos. En otros países la presencia es más puntual.
–¿Cuál es el reclamo que hacen esos niños?
–Reclaman el reconocimiento de su labor, ser vistos como sujetos, con dignidad, que no se sientan discriminados. También reclaman una buena educación. Hay que dejar en claro que la educación no va a contramano con el trabajo.
–¿Qué le parece el grupo organizado en Paraguay?
–Los niños trabajadores en la Coordinación Nacional de Niños/as/Adolescentes Trabajadores (Connats) están politizados, pero no porque algunos los manipulen, sino porque tienen conciencia política. Hay mucha conciencia sobre la situación y la historia con la dictadura, las luchas que vinieron después, el golpe parlamentario contra Lugo. Todo eso incluye en la formación de la conciencia
–¿Cómo se congenia la educación con el trabajo infantil?
–Necesitan una educación que tome en serio las experiencias de los niños trabajadores y su situación. En México y Nicaragua pude ver que muchas veces en las escuelas, los niños trabajadores no son muy respetados. Los niños que trabajan vendiendo ya saben contar, manejan las matemáticas en forma sencilla, ya que han aprendido a su manera. Cuando están en las escuelas los tratan como que no saben nada. Por eso se sienten como más pequeños. Ellos tienen una mayor madurez que sus pares de esa edad. Ese es un reto para la educación. Se debe tener no solo educación de calidad, sino también que tome en cuenta las experiencias de esos pequeños.
–¿Cómo responde a ese sector que dice no al trabajo infantil?
–Aquí (en el continente) existe esa cultura de decir que los niños no trabajan. El problema es que ese pensamiento –que no es adecuado que un niño no trabaje– tiene como impacto la exclusión social. Eso provoca una doble exclusión social, de clase y de generación, de edad. Esa es una ideología que tiene detrás a las políticas de los gobiernos. Resulta en un desprestigio a las capacidades de los niños y sus intereses. Es una lucha permanente porque esa idea de la erradicación del trabajo infantil está dominando y está en el contenido de todos los tratados y convenios internacionales. Ocurren excepciones como en Bolivia, donde la política hacia los niños trabajadores es diferente.
–¿Qué pasa con los niños que no están organizados?
–Eso pasa en muchos países con los niños que están trabajando en las calles. Esas políticas estatales que son empujadas por los programas de acción de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y otros organismos. Realmente no son acciones a favor de los niños de sectores populares. Algunos derechos que tienen los niños, como el de trabajar, no están en la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Ellos, los niños trabajadores, reclaman ese derecho porque el trabajo para ellos es la base de su identidad, es vida. El trabajo nos hace una parte de la sociedad. Pero esto es negado por las políticas de exclusión social.
–¿Qué le responde a esa parte de la sociedad que los criminaliza?
–Se debe denunciar la criminalización y reclamar reconocimiento como niños, sobre sus derechos y el trabajo que hacen. Cuando los mismos niños reclaman su derecho, la gente los comprende y los ve de otra manera. De esta manera se puede tener una visión diferente, entender que los jóvenes son protagonistas del cambio, pero no en sentido abstracto, sino más realista. Se debe destacar además que los niños que están en esos movimientos realizan experiencias activas que no podemos ver en otros lugares.
–¿Cuál es la visión desde Europa con estos movimientos?
–En Europa están sorprendidos al ver que estos niños tienen una capacidad muy grande de articularse, de presentar sus demandas y sus reflexiones. También cómo pueden analizar su situación y situarlas en el contexto político-social de una manera muy diferenciada. A mí también eso me sorprendía las primeras veces que reflexionaba con ellos.
–¿Cómo es cuando un niño europeo trabaja?
–En Europa o Alemania, en particular, a esa edad no tienen mucho interés en participar en política o articularse de manera colectiva. Están más interesados en el consumo. Aclaro que tampoco son todos. El interés en la política empieza más tarde. Esto tiene que ver con la vivencia de los niños, ya que allá es diferente. En Alemania trabajan más por propio interés, no para ayudar a sus papás. Lo hacen más por autonomía, no por saber lo que es la vida.
–¿Cuál es la diferencia con Latinoamérica?
–En este continente, los niños toman responsabilidades mucho más temprano. Aquí muchos niños apoyan a sus papás y lo más interesante de esto es que este apoyo se entienda como trabajo. El concepto de trabajo como entiende es como concepción de la vida. Se debe distinguir entre el trabajo y las condiciones en que se lleva a cabo la tarea. No es malo el trabajo, sino las condiciones que muchas veces son de explotación. Hay que organizarse y luchar por cambiar esas condiciones y dignificar el trabajo.
–¿Cuál sería la clave para el trabajo infantil?
–Más allá del reconocimiento del trabajo, ofrecer alternativas dignas. Deberían tal vez aprender algún oficio, adquirir nuevos conocimientos profesionales. Los mismos movimientos no pueden organizar esto, pero pueden trabajar para articular esas demandas. La sociedad es responsable de crear esas mejores perspectivas. Una parte de esas perspectivas es tener un trabajo digno, ofrecer capacitaciones, otro tipo de educación profesional, la formación y también un trabajo digno. Sobre todo que esté bien pagado y con derechos.