Pero la vida cristiana no es un collage de cosas. Es una totalidad armónica, armoniosa, y la hace el Espíritu Santo. Lo renueva todo: renueva nuestros corazones, nuestras vidas y nos hace vivir en un estilo diferente, pero en un estilo que llena toda la vida.
No se puede ser cristiano en pedazos, a tiempo parcial. El cristiano a tiempo parcial, no va. Todo, la totalidad, a tiempo completo. Esta renovación la hace el Espíritu. Ser cristiano, al final, no significa hacer cosas, sino dejarse renovar por el Espíritu Santo, o, usando las palabras de Jesús, convertirse en vino nuevo.
El Evangelio de hoy es una novedad, pero en la misma ley que está en la historia de la salvación. Y esta novedad va más allá de nosotros, nos renueva y renueva las estructuras. Por eso Jesús dice que para el vino nuevo se necesitan odres nuevos.
En la vida cristiana, y también en la vida de la Iglesia, hay estructuras antiguas, estructuras caducas: ¡es necesario renovarlas! Y la Iglesia siempre ha estado atenta a esto, a través del diálogo, con las culturas ...Siempre se deja renovar de acuerdo con los lugares, los tiempos y las personas. ¡Esto siempre lo ha hecho la Iglesia!
(...) El cristiano es un hombre libre con esa libertad que nos da Jesús, no es esclavo de hábitos, de estructuras, lo lleva adelante el Espíritu Santo. Aquel día de Pentecostés con los discípulos allí estaba la Virgen: Y dónde está la madre, los niños están a salvo. Todos.
Pidamos la gracia de no tener miedo a la novedad del Evangelio, de no tener miedo a la renovación que hace el Espíritu Santo, no tener miedo de dejar caer las estructuras obsoletas que nos aprisionan. Si tenemos miedo, sabemos que está con nosotros la Madre y como los niños con un poco de miedo, vamos hacia ella y ella nos custodia con su manto, con su protección de madre. Así sea”.
(Frases extractadas de https://www.pildorasdefe.net/liturgia/evangelio-hoy-lectura-dia-4-septiembre-2020)