Uno de mis trabajos mensuales es reaccionar al capítulo universal de injusticias que me llegan y que acepto dentro del compromiso de que “nada que sea humano en cualquier parte del mundo y que sea avasallado me es ajeno”.
Apenas llegado al Paraguay han venido a verme sin conocerlos desde el interior, con un caso de inundación.
Es una zona de tierra entre dos arroyos que al crecer con las lluvias inundan donde viven 200 familias. Estas llevan años acudiendo a la Gobernación e intendentes y me han enseñado los documentos donde se muestra que fueron recibidos, pero que nunca obtuvieron respuesta. Precisamente en este lugar en una subida del agua de los dos arroyos el agua arrebató de una madre al niño que llevaba y lo ahogó.
Para comenzar. Y en vista de que ni el gobernador, ni intendente ni concejales les han hecho caso, tienen que comenzar a buscar ayuda en otras personas públicas, que las hay en concreto y sobre todo hacer crecer la conciencia de sus conciudadanos en el barrio. Por mi parte, para poner en público este tema, escribo este artículo y una mañana los invitaré a un programa en Radio Fe y Alegría. Seguimos comunicados y de todo esto saldrá el modo futuro de actuar.
Los politiqueros no se darán por enterados hasta que sus nombres salgan en público. Y el vecindario no se unirá hasta ver que un grupo no se mueva. La dictadura nos dejó el miedo y la indiferencia para herencia fatal.
En el fondo de todos estos casos está la vigencia de los DDHH, que para las autoridades existen, pero como algo anacrónico. Y el deseo de este Gobierno es que se acabe la influencia de la OEA en su defensa en el continente. Para los sucesores de Stroessner son subversivos.
Si le llega un caso de estos, recíbalos y hábleles. Necesitan ser escuchados.