29 mar. 2024

Mujeres en peligro

Andrés Colmán Gutiérrez – @andrescolman

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La mujer denunció que era sistemáticamente hostigada por su pareja.

Foto: Revista Mía

El machismo mata. En apenas un mes y medio de lo que va del 2021 ya suman cinco casos de feminicidio en el Paraguay, además de varios graves casos de intentos. El año pasado, en plena pandemia, se registraron más de 15.000 denuncias de violencia contra la mujer y 32 casos de feminicidios.
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El machismo mata. Son siglos enteros de cultura machista y educación patriarcal que nos han inculcado por igual a hombres y mujeres, tanto que lo hemos asumido como algo normal y natural.

Los casos que han ocurrido y que siguen ocurriendo son muy similares, casi calcados unos de otros. Hombres que en una relación sentimental consideran a la mujer de su propiedad, al igual que a una casa, a un auto, a un televisor. Si por acaso la relación se desgasta y la mujer quiere ponerle fin, el hombre reacciona con instinto cavernario (“¡Si me dejás, te mato y luego me mato!”). Podría ser que, en un caso contrario, una mujer también reaccione de manera similar contra el hombre, pero son rarísimos estos casos.

Recordemos, una vez más, que el feminicidio es el asesinato de una mujer por su condición de mujer o por motivos de su identidad de género. Es casi siempre el final de un proceso de violencia, que va dejando señales en el camino –que deberían ser advertidas y frenadas a tiempo por quienes forman parte del entorno de la víctima–, hasta desembocar en la manifestación más brutal. No se trata solo de un asesinato individual, sino es la expresión máxima de la violencia, en la que el sometimiento a los cuerpos de las mujeres y la extinción de sus vidas tienen por objetivo mantener la discriminación y la subordinación.

En el Paraguay, algo hemos avanzado en términos de legislación, con la promulgación en 2016 de la Ley 5777, de Protección Integral a las Mujeres contra toda forma de Violencia, que tipifica el feminicidio y establece penas privativas de libertad de entre 10 a 30 años. Es una ley limitada e insuficiente, ya que conceptualiza las diferentes formas de violencia contra la mujer, entre ellas violencia feminicida, violencia física, sicológica, sexual, contra los derechos reproductivos, patrimonial, laboral, política, intrafamiliar, obstétrica, mediática, telemática, simbólica y contra la dignidad, pero solo contempla sanción penal expresa para el feminicidio. De todos modos, es mucho mejor tener esta ley que no tener nada.

Está demostrado que el simple cháke jurídico no basta. Se requiere trabajar más en una educación de derechos y en una conciencia solidaria de prevención y protección. Hace falta que los organismos del Estado implementen acciones más concretas y decididas. El Ministerio de la Mujer, en lugar de hacer homenajes seccionaleros al presidente de la República y emitir comunicados en favor de colegas ministros acusados de corrupción, debe avanzar en mecanismos de ayuda para las víctimas.

La tarea principal, sin embargo, corresponde a cada ciudadano y ciudadana: Deconstruir la educación machista y patriarcal que nos legaron nuestros padres y abuelos. Entender que la construcción de una sociedad más sana y más justa pasa por aprender a respetar los derechos, la dignidad y la libertad del otro y de la otra. Nadie debe ser considerado propiedad de nadie. La violencia nunca es solución, solo profundiza los conflictos.

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