06 jul. 2025

Mientras los cambios sean solo de nombres, no cambia nada

Las últimas movilizaciones ciudadanas han logrado que aparezcan los medicamentos faltantes en los hospitales para los pacientes internados por Covid-19 y que se cambie a algunos cuestionados ministros del Gobierno, pero el simple cambio de nombres no altera la estructura de ineficacia y corrupción. Mientras no se demuestre que realmente hay un verdadero giro de timón en la manera de gobernar, invirtiendo recursos de manera transparente en las áreas prioritarias, apartando y castigando de verdad a los sinvergüenzas, poniendo en primer lugar los intereses del país antes que los de un partido o sector político y económico, las protestas seguramente continuarán. Bloquear los pedidos de juicio político con alianzas espurias en el Congreso no devolverá la paz que el país necesita. Solo demostrando una verdadera voluntad de reformar el Estado se logrará reencauzar la estabilidad democrática.

Cambiar algo para que todo siga igual es la propuesta que un personaje de la famosa novela El Gatopardo, del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa, le hace al protagonista, el príncipe Fabrizio Corbera. Desde entonces, la palabra “gatopardismo” se usa en política para denominar a las maniobras que buscan aplacar el descontento popular aparentando cambios cosméticos que en el fondo mantienen las mismas estructuras cuestionadas.

En estos días el Paraguay vive una nueva época de multitudinarias movilizaciones ciudadanas de protestas callejeras, como no se habían visto durante el actual gobierno, cuestionando las graves falencias de gestión ante el colapso del sistema sanitario por el sensible aumento de pacientes internados por Covid-19, la falta de medicamentos esenciales y, sobre todo, el gran atraso en conseguir vacunas contra el coronavirus.

Las manifestaciones revelan un alto nivel de hartazgo ciudadano, pidiendo la renuncia del actual presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y de varios cuestionados miembros de su gabinete. El particular mes en que ocurren y la modalidad de las acciones hacen recordar anteriores grandes gestas ciudadanas, por lo que se las denomina como “el tercer Marzo Paraguayo”, recordando los episodios de 1999, cuando tras el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña se produjeron concentraciones masivas en las plazas del Congreso, con muertos y heridos, hasta lograr la renuncia del entonces presidente Raúl Cubas Grau y el alejamiento de escena del general Lino Oviedo; y los de 2017, cuando también las marchas en las calles evitaron el intento de enmendar la Constitución para lograr la reelección presidencial, impulsado por el entonces presidente Horacio Cartes.

El primer efecto de las actuales protestas fue la renuncia del ministro de Salud, Julio Mazzoleni. Tras varios días de silencio, finalmente el jefe de Estado compartió un mensaje grabado en la noche del sábado en el que anunció que hacía caso al mensaje de la población y que procedería a realizar cambios en tres ministerios, Salud, Educación y Mujer, además del Gabinete Civil de la Presidencia. Ayer, finalmente, dio a conocer los primeros nombramientos: Julio Borba, en Salud; Hernán Huttemann, en Gabinete, y Carmen Marín, en la Unidad de Gestión.

Las medidas presidenciales no causaron, sin embargo, el esperado efecto político. Es que el simple cambio de nombres no altera la estructura de ineficacia y corrupción. Mientras no se demuestre que realmente hay un verdadero giro de timón en la manera de gobernar, invirtiendo los recursos estatales de manera transparente en las áreas prioritarias, apartando y castigando de verdad a los sinvergüenzas, poniendo en primer lugar los intereses del país antes que los de un partido o sector político y económico, las protestas seguramente continuarán.

La acción de bloquear los pedidos de juicio político con alianzas espurias en el Congreso no devolverá la paz que el país necesita. Solo demostrando una verdadera voluntad de reformar el Estado se logrará reencauzar la estabilidad democrática.