02 sept. 2025

Memoria. Santa María Reina

Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas 1, 26-38. La Madre de Cristo es glorificada como Reina universal.

El dogma de la Asunción, que celebramos la pasada semana, nos lleva de modo natural a la fiesta que hoy celebramos, la Realeza de María. Nuestra Señora subió al Cielo en cuerpo y alma para ser coronada por la Santísima Trinidad como Reina y Señora de la Creación: “Terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria y fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cfr. Apoc. 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte”.

Esta verdad ha sido afirmada desde tiempos antiquísimos por la piedad de los fieles y enseñada por el Magisterio de la Iglesia.

San Efrén pone en labios de María estas bellísimas palabras: “El cielo me sostenga con sus brazos, porque soy más honrada que él mismo. Pues el Cielo fue tan solo tu trono, no tu madre. Ahora bien, ¡cuánto más digna de honor y veneración es la Madre del rey que no su trono!”.

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.

El papa Francisco, a propósito del Evangelio de hoy, manifestó: “La voluntad de Dios es la ley suprema que establece la verdadera pertenencia a Él. María instaura un vínculo de parentesco con Jesús antes aún de darle a luz: se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento en que acoge las palabras del Ángel y dice: ‘He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’. Este ‘hágase’ no es solo aceptación, sino también apertura confiada al futuro. ¡Este ‘hágase’ es esperanza!

María es la madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza, comenzando por el “sí” en el momento de la anunciación.

María no sabía cómo podría llegar a ser madre, pero confió totalmente”.

(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal, y http://es.catholic.net)