Cuando estás enfermo; cuando tienes un problema en tu familia con un hijo, con una hija, la esposa, el marido; cuando ves que el sueldo no alcanza hasta fin de mes y tienes un hijo enfermo; cuando ves que no puedes pagar la cuota del crédito inmobiliario de la casa y se deben ir.
Tantos problemas, tantos que nosotros tenemos. Pero Jesús nos dice: “No tengas miedo. Sí, estarán tristes, llorarán y también la gente se alegrará, la gente que está contra ti”.
Hay otra tristeza, la tristeza que nos llega a todos nosotros cuando vamos por un camino que no es bueno. Cuando, por decirlo sencillamente, vamos a comprar la alegría, la alegría esa del mundo, esa del pecado, al final hay un vacío dentro de nosotros, hay tristeza.
Y esta es la tristeza de la mala alegría. La alegría cristiana, en cambio, es alegría en esperanza. Pero en el momento de la prueba nosotros no la vemos. Es una alegría que es purificada por las pruebas y por las pruebas de todos los días: “Su tristeza se cambiará en alegría”.
Pero cuando vas a lo de un enfermo o a lo de una enferma que sufre tanto es difícil decir: “Ánimo. Coraje. Mañana tendrás alegría”. No, no se puede decir. Debemos hacerla sentir como la hizo sentir Jesús. Para comprender la tristeza que se transforma en alegría, Jesús toma el ejemplo de la mujer que da a luz: Es verdad, en el parto la mujer sufre tanto, pero después cuando el niño está con ella, se olvida.
Lo que queda, por tanto, es la alegría de Jesús, una alegría purificada. Esa es la alegría que queda. Una alegría escondida en algunos momentos de la vida que no se siente en los momentos feos, pero que viene después, una alegría en la esperanza.
(Frases de https://www.pildorasdefe.net).