Por Miguela Lombardo
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Su relacionamiento con el grupo empresarial BR se dio cuando se desempeñaba como cajero móvil del Banco de Asunción, donde conoció al Miguel Ángel Ortega, con quien hoy lleva adelante el negocio. La excelente relación entre ambos propició el inicio del trabajo. En ese entonces, Ortega tenía cinco estaciones de servicio y Balotta se incorporó en el área contable y comenzaron a hacer cosas nuevas en esta materia y crecieron hasta que surgió la primera distribuidora del Grupo que fue Lubripar, donde tuvieron problemas políticos; al dejar esta empresa se asociaron con la distribuidora Solpar. El grupo adquirió luego Barcos & Rodados, fue creciendo y hoy tiene 300 estaciones de servicio, incorporó con los Rapiditos un concepto nuevo en tiendas de excelencia y diversificaron el negocio con un hotel, una financiera, una metalúrgica y una imprenta.
–¿Cómo se dio el crecimiento?
–Apliqué una estrategia donde comenzamos a crecer en el interior porque la capital estaba tomada por los grandes emblemas. Íbamos junto a los operadores y eso nos dio el desarrollo que tenemos. Hoy estamos entre los primeros en cuanto a ventas.
–¿Fue su primera experiencia en el rubro de combustibles?
–Antes de entrar al banco trabajé en una empresa que vendía gas en garrafas en camiones, con la famosa campanilla, pero dejé ese negocio y quedó muy dentro mío el tema gas, y como un desafío hicimos la Corporación Petrolera SA (Copesa).
–¿Cómo resultó el negocio?
–Tuvimos muchas dificultades, como la famosa “guerra de las garrafas”. Impulsé una ley de carga de gas en estaciones de servicio con la Asociación de Propietarios y Operadores de Estaciones de Servicios y Afines del Paraguay (Apesa). La ley salió coincidiendo con el inicio de la caída de la Shell en el país y empezamos a subir sobre nuestra competencia a pesar de tener a todos en contra de la carga en estaciones de servicio. Hoy por hoy, podemos decir que tenemos el primer mercado del gas en Paraguay.
–¿Cómo se dieron las innovaciones en las BR?
–Estamos innovando las estaciones de servicio; las que estamos construyendo hoy ya son a otro nivel. Se me ocurrió llamar Rapidito a las tiendas de conveniencia para facilitar la compra: llegás, comprás y te vas. Antes eran Minimarkets, que ofrecían una línea, una marca y caro. Cambiamos lo caro, buscamos tener poco margen y llegar a la gente. Hoy el 70% de nuestras estaciones de servicio tienen un Rapidito.
–¿Por qué el cambio?
–Hoy por hoy, no podés quedarte solo con la estación de servicio; hay que ser creativo y, si tenés espacio, ofrecer comodidad a la gente que carga su combustible para que además pueda comer, inflar su rueda y tener a mano servicios que le pueden ser útiles y hacer más rentable el negocio que vender solo combustible. Los Rapidito tienen un restaurante, con desayuno, almuerzo, merienda y cena; estamos previendo 24 horas de atención en todos, con precios accesibles.
–¿Qué es lo que más cuesta de dirigir el negocio?
–Lo que más cuesta es el tema funcionarios. No conseguimos playeros, marketeros, faltan empleados, pero la gente dice que no hay trabajo.
–¿Cómo conjuga el trabajo con la familia?
–Es difícil. Tengo 7 hijos, dos pequeños, de 1 y 3 años, y siempre fui de la teoría de que no es necesario cantidad, sino calidad en la crianza de los hijos. Hay que darles calidad de vida, de relacionamiento y buenos ejemplos; la honestidad por sobre todas las cosas y acompañamiento, así como me dieron mis padres. Soy el primero en estar en las reuniones de padres del colegio, cuando tienen una competencia estoy acompañándoles. ¿De dónde saco tiempo? No sé, pero tengo que fabricar.
–¿Cuál es el secreto para posicionar una empresa?
–Primero hay que planificar, ponerse plazos y cumplirlos. Uno tiene que ponerse metas en el tiempo y cumplir. Es como sacar un crédito y pagar en un plazo. Si lo hace con un crédito, puede hacerlo con su vida: ordenar, planificar y cumplir.
–El país, desde afuera es atractivo para invertir, pero desde adentro se ve diferente. ¿Por qué?
–Hay dos países en Paraguay, uno de la realidad y otro que es el que ven los de afuera y unos cuantos empresarios locales que invierten y lo que hacen les sale bien. El otro Paraguay, el de adentro, que es el que tira el papel en la calle, rompe el vidrio del baño de una estación de servicio, destruye las plantas que están en la vereda, destruye lo bueno que se hace, es por el error de nuestra clase política que no supo enseñar a la gente lo que realmente le conviene.
–¿Una reflexión final?
–Me gustaría que este país lo cambiemos todos juntos. Mostrarles a los jóvenes, que hoy por hoy están sin incentivos, a dónde pueden llegar haciendo bien las cosas.