Jesús es nuestro pastor y de mil maneras nos invita a seguirle, pero no quiere obligarnos a ir contra nuestra voluntad. Y aquí está el misterio del mal: los hombres podemos rehusar este ofrecimiento. El Evangelio de la Misa nos habla de este rechazo.
Los convidados pueden estar representados hoy, entre otros, por esos hombres que, sumergidos en sus asuntos y negocios terrenos, parecen no necesitar para nada de Dios.
La imagen del banquete es considerada en otros lugares de la Sagrada Escritura como símbolo de intimidad y de salvación. He aquí que estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo. Y se repite una y otra vez la solicitud de Dios, el afán divino por una intimidad mayor, que tendrá su culminación en el encuentro definitivo con Él en el Cielo, dentro de un tiempo, quizá no muy largo.
Es muy grave rechazar la invitación divina, vivir como si Dios no fuera importante y el encuentro definitivo con Él estuviera tan lejano que no mereciera la pena prepararse para él. Ante la salvación, bien absoluto, no hay ninguna excusa que sea razonable: ni campos, ni negocios, ni salud, ni bienestar... Hoy los pretextos que algunos aducen para no acudir a las amables invitaciones del Señor son iguales a los que leemos en la parábola: sus preocupaciones terrenas, como si lo de aquí abajo fuera lo definitivo; otros varían, “pero el hecho sigue siendo el mismo: no aceptan la salvación de Dios y se excluyen voluntariamente por preferir otra cosa. Se quedan con lo que eligen, pierden lo que rechazan”.
Con respecto a la lectura de hoy, de un extracto de su homilía en una misa en la Casa Santa Marta, el papa Francisco dijo: “ La segunda actitud que debe tener el cristiano, prosiguió, lo encontramos en la parábola de las bodas del hijo del rey. Todos son invitados a la fiesta, buenos y malos. Pero cuando comienza la fiesta, el rey mira a quienes no tienen el vestido nupcial.
“Nos viene la idea: ‘Pero ¿cómo es posible? Me encuentran en la encrucijada de los caminos y me piden que vista el vestido nupcial? Esto no funciona… ¿Qué significa esto? ¡Es sencillísimo! Dios solo nos pide una cosa para entrar en esta fiesta: la totalidad. El esposo es el más importante, el esposo lo colma todo. Esto nos lleva a la primera lectura, que nos habla tan fuertemente de la totalidad de Jesús, primogénito de toda la creación. En Él fueron creadas todas las cosas, por medio de él fueron creadas y a su vista ¡Todo! Él es el centro, de todo”.
Jesús, añadió, “es también la cabeza del Cuerpo de la Iglesia; Él es el principio. Y Dios le ha dado toda la plenitud, la totalidad, porque en Él se han reconciliado todas las cosas”.
Si, por tanto, la primera actitud es la fiesta, ha dicho el Papa, “la segunda es la de reconocerle como Único. El Señor solo nos pide esto: reconocerle como el Único Esposo”.
Él es siempre “fiel y nos pide a nosotros fidelidad”. Por eso cuando queremos “tener una pequeña fiestecilla nuestra, la cosa no funciona”. El Señor, ha afirmado, nos dice que no se pueden servir a dos Señores: o se sirve a Dios o se sirve al mundo.
“Esta es la segunda actitud cristiana: reconocer a Jesús como el todo, el centro, la totalidad. Pero siempre tendremos la tentación de tirar la novedad del Evangelio, este vino nuevo en actitudes viejas… Es el pecado, todos somos pecadores. Pero reconocerlo: ‘Esto es un pecado’. No decir esto no va con esto. ¡No! Los odres viejos no pueden asumir el vino nuevo. Es la novedad del Evangelio.
Jesús es el esposo, el esposo que se casa con la Iglesia, el esposo que ama la Iglesia, que da su vida por la Iglesia. Y ¡Jesús hace esta fiesta de matrimonio! Jesús nos pide a nosotros la alegría de la fiesta, la alegría de ser cristianos. Y nos pide también la totalidad: es todo Él. Y si tenemos algo que no es de Él, pues hay que arrepentirse, pedir perdón e ir adelante. Que el Señor nos dé, a todos nosotros, la gracia de tener siempre esta alegría, como si fuésemos a una boda. Y también tener esta fidelidad que el único esposo es el Señor”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y la http://www.caminocatolico.org/home/papa-francisco/10215-papa-francisco-en-homilia-en-santa-marta)