19 ago. 2025

LOS CANDIDATOS A SER “ESTRELLAS” DE LA TELEVISIÓN

El ojo despierto

Viernes, 05 de Junio de 2009 | alva@uhora.com.py

Cuando la trampa minuciosamente urdida por un fiscal y algún canal pesca con los guaraníes o los dólares en las manos a sus colegas corruptos y algunos de los pillados in fraganti empiezan a correr para salir por detrás de su oficina o tiran los billetes al inodoro, uno no puede dejar de pensar en aquellos que acostumbran abrir sus manos sucias y todavía no se ha visto su rostro de sorprendido gua´u, de “yo no sé nada” ante las cámaras.

Los que hacen lo mismo las veces que pueden y no han sido aún puestos en evidencia se restriegan las manos, se ríen nerviosos o guardan un silencio imposible de horadar cada vez que los de su mismo “oficio” caen. Como si Dios protegiera a los sabandijas, no faltan los que dan gracias al cielo por no ser la “estrella” de los medios informativos.

Lo que relumbra como un fogonazo cada tanto cuando una filmación llega a buen puerto y permite documentar de manera irrefutable -siguiendo las normas legales, todo en regla- una coima, sin embargo, es solo la mínima parte de un tráfico que ni siquiera bosteza. Está siempre activo, alerta, vivo.

Los abogados que trabajan en su profesión son los que mejor conocen el submundo de la compra y venta de lo que haya para torcer el rumbo de la Justicia. Los contactos, tarifas, horarios, lugares, plazos y días están establecidos. Oikuaapa lo mitã quién es quién, qué le gusta -porque el “aceite” no necesariamente es contante y sonante-, cuánto quiere tocar y cuáles son los canales por los que hay que navegar para llegar a destino sin obstáculos.

Ni los libros de Derecho ni los profesores -aun cuando algunos de ellos sean verdaderos maestros para conseguir lo que por vías normales resulta imposible obtener por la falta de argumentos razonables- enseñan cómo comprar un fiscal o un juez, qué viento tiene que correr para agregar o quitar ceros, de qué modo empieza el discurso con la finalidad de hallar algún inciso medio invisible para que un asesino sea un candidato a la beatificación y cuál es el camino más corto para que el victimario se anote como víctima. Eso se aprende andando.

Para los “pragmáticos” del jejogua tribunalicio, en la capital y en el interior, en cualquier jurisdicción, toda la sabiduría de Los diez mandamientos, el Código de Hammurabi y el Derecho Romano se resumen en una pregunta: mbovy pio la ovaléa. Oîrô la “tela”, no hay nada imposible de cortar.

“Nde valearã la ley-pe, ha katu nde valevearã la trámpape”, dice un ñe´énga dirigido a los que litigan dentro y fuera de tribunales, con la cabeza y con las uñas. Es una visión cargada de aguda observación. Lo recto, sirve, pero es más útil lo torcido a la hora de los resultados. Esa apreciación incluye la atenta lectura del “mercado” y el modus operandi para hacer ofertas correctas en tiempo y forma. O, recibir “propuestas” y convencer al cliente para que venda su camioneta o su casa para salvarse de la cárcel.

La plaza conoce los nombres de los que están en la “danza” y los que jamás aparecen ni en los alrededores de una pista de baile. A los primeros se los busca, se les regatea y se les especula. Son los que alguna vez van a ocupar las pantallas de la televisión. A los otros, ni se los mira: jamás van a ser actores por una noche y un día.