08 feb. 2025

Lo que se juega en las elecciones

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En dos semanas se realizan las elecciones presidenciales con un potencial de electores que casi llega a los 5 millones, con un alto porcentaje de jóvenes (31% del padrón).

La elección del 30 de abril no es una elección más, aunque se repita la vieja disputa de siempre: el Partido Colorado vs. la oposición, unida mayoritariamente, bajo el liderazgo del PLRA.

El menú electoral muestra propuestas tradicionales con dos que polarizan el escenario: Santiago Peña (ANR) y Efraín Alegre (Concertación); con dos terceros en discordia que buscan meter su cuña: Euclides Acevedo, candidato de un sector del Frente Guasu, y Payo Cubas, un jugador solitario que hace del anarquismo su bandera principal.

A 15 días de la cita electoral no hay un claro ganador y la incertidumbre se acrecienta porque las encuestas están totalmente desprestigiadas, luego de la estafa del 2018 cuando dieron una diferencia de 30 puntos a Mario Abdo sobre Efraín Alegre, y el colorado terminó ganando apenas por 3 puntos. Aquello fue el tiro de gracia a la escasa credibilidad de las encuestadoras.

Este escenario de aparente empate es un gran aliciente para la Concertación, ya que la victoria arrolladora de Santi y Cartes en las internas republicanas presagiaban una cómoda elección, según sus vaticinios.

Sin embargo, la intervención norteamericana tuvo sus efectos colaterales no solo en materia económica, sino en lo político, económico con repercusión electoral.

EN EL CASCARÓN COLORADO. Cartes fue replegado a su mansión de la que apenas sale para ir a la Junta de Gobierno y posar para las redes sociales, ya que por razones de estrategia se lo radió de la tarima para no perjudicar aún más a su delfín. Peña hace tiempo repite como letanía que el problema del tabacalero es suyo, que debe defenderse solo y que él es candidato de la ANR, lo cual es cierto en términos formales, pero el meta mensaje es “tengo vuelo propio”. La situación de Cartes metió en una trampa a Peña, quien no puede hablar de los problemas como lavado de dinero y terrorismo, porque su jefe político está acusado de los mencionados delitos. No puede hablar con libertad de la situación económica y social, porque la ANR hace siete décadas está en el poder. No puede hablar de la lucha frontal contra el narcotráfico, porque varios de los candidatos a legisladores están vinculados a la mafia y la ANR es el paraguas que protege los negocios fuera de la ley. Ni siquiera puede aprovechar la crisis del transporte público para proponer soluciones, porque hay una simbiosis entre la ANR y los transportistas. Y eso que miles de colorados sufren la humillación diaria del pésimo servicio.

Su jefe y su nuevo partido le amputaron el discurso que se espera de un hombre formado en las mejores universidades de EEUU y haber ocupado cargos técnicos en el Estado. ¿No es acaso la apuesta joven y técnica, alejada de la vieja política de su partido? Pero no puede esquivar la pesada herencia de tener “la peor educación del mundo”, “la Justicia más corrupta del mundo”, “vicecampeones en corrupción”, “el país más desigual del mundo” y otras indignas definiciones porque sus responsables o sus herederos están a su lado, en sus listas de candidatos, en el partido al que representa.

Este furibundo discurso coloradizado de Peña tiene una explicación con varias aristas: una, la interna colorada que no cuajó. La dirigencia oficialista retacea su presencia en los actos políticos y reclama públicamente la renuncia de Cartes. Entonces habla a las bases y les dice: “El que trabaja por mi candidatura tendrá lugar en el Estado”.

La condición de su líder es una incomodidad a la hora de trascender al partido. ¿Qué puede ofrecer a ese voto independiente que busca valores y principios en la política, o al menos un Estado menos capturado? De ser el político que trascendía las fronteras partidarias, decidió tirar por la borda el traje y ponerse el pañuelo colorado con toda la carga histórica que eso implica: prebendarismo, clientelismo y corrupción. El Estado es patrimonio de la ANR. Estudiar, tener títulos es para perdedores. Por ello, decidió apostar todo al voto cautivo, profundizando la grieta.

LA OPOSICIÓN. A dos semanas de las elecciones no hay noticias de la renuncia de los candidatos para unificar fuerzas. A pesar de no despertar interés del sector izquierdista, excepto la franja luguista que lo apoya porque lo necesita para los votos del Senado, Euclides Acevedo mantiene su candidatura. Otro que mueve el avispero y al que las sospechadas encuestas le dan un tercer lugar es Cubas, un autodenominado anarquista, quien incluso planteó suspender las elecciones.

Efraín Alegre y Soledad Núñez siguen en la tarea de amalgamar las posiciones disímiles en la Concertación, más allá de las diferencias políticas. El candidato presidencial logró despejar dudas de un sector empresarial, que de la mano de Pedro Fadul, le dio público apoyo. Este encuentro tiene mucho simbolismo, ya que Alegre no había logrado hasta hoy “la foto” con la aristocracia empresarial apostando por su candidatura.

Otro tema que genera incertidumbre es a quién apoya Fernando Lugo, quien sigue sin decantarse oficialmente por uno de los sectores del Frente Guasu que se dividió entre concertacionistas y euclidistas. Lugo siempre ha hecho de la columna del medio su forma de hacer política, pero otra foto podría dar pistas. Ayer, el ex presidente uruguayo Pepe Mujica fue a visitarlo. Allí, junto a Efraín y Esperanza Martínez, el ex obispo sostuvo la bandera con el eslogan de la Concertación.

En 15 días se define el rumbo del país. Si bien los candidatos son los que asumen la representación política en la campaña, estas no son elecciones personales. Detrás de cada uno de ellos, hay un modelo de país.

Está en cada voto decidir dar la oportunidad al cambio o mantener el sistema actual.