10 dic. 2025

Lo que el río sacó a flote de la pobreza

Por Roque Jara –roque-jara@uhora.com.py

“Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra”, Mateo 5,5.

La última Encuesta Permanente de Hogares, divulgada en abril pasado, revela que en el Paraguay aproximadamente 1.600.000 personas son pobres; la cifra representa casi el 24 por ciento de la población del país o, lo que es lo mismo, uno de cada cuatro paraguayos vive en la pobreza. De esta cantidad de gente pobre, al menos 677.000 son las que viven en la pobreza extrema; estas no tienen nada de nada. Desde el harapiento sin identidad ni futuro que se arrastra invisible ante los ojos de la sociedad por las veredas del microcentro de Asunción, pasando por las niñas que, días atrás, perdieron la vida juntando envases de plástico en el arroyo Lambaré, o los indígenas que acampan al costado de la estación sin que nadie demuestre interés por ellos y sus reclamos (más que el jeguaru de algunos por sus inhumanas condiciones de vida); hasta las familias que viven en los bañados. En este último caso, el río hizo lo suyo, sacó a flote las condiciones miserables en que viven muchos compatriotas, que en condiciones normales son ignorados y solo ocuparían un titular en una página de diario cuando se trata de delincuencia.

A los efectos de la encuesta, muchas de estas personas desposeídas de todo, hasta de su dignidad, apenas son números necesarios para completar la planilla de datos que pintará un panorama aproximado a la realidad del país. Luego, vuelven a su invisibilidad de vertedero, de casucha de hule negro y eternit. Y conste que, según esta encuesta, la pobreza se redujo del 32,4 por ciento, último contabilizado, al 23,8 por ciento actualmente.

El Gobierno se dispuso a erradicar la pobreza, lo tiene comprometido ante la ciudadanía y para acometerlo puso al frente del plan a un hombre, que debería ser clave, Juan Carlos Baruja.

Pero toda la confianza que pude haber puesto en el plan se me desmoronó cuando dijo aquello de “El presidente (Cartes) da instrucciones en que si hay que dar un pequeño empujoncito, algún puntito de más para que nuestros amigos ganen, yo quiero que cuenten con eso”. Se refería a copar de correligionarios los cargos vacantes en instituciones públicas. Lo que decepcionó de esta expresión poco feliz de Baruja fue que demostró la misma actitud servil hacia la vieja práctica amañada de la partidización de la función pública, cuando su compromiso requería de él una visión país, atendiendo que la pobreza no conoce de colores, sobre todo cuando se es pobre.

Y que lo diga el campesinado que sin distinción de si es colorado, liberal o del color que sea, es tan pobre y sin ninguna esperanza de heredar la tierra prometida en las Bienaventuranzas.