16 abr. 2024

Llorar es bueno, incluso para nuestra dieta

A veces reprimimos el llanto debido a lo que podrían opinar los demás o porque creemos que es signo de debilidad. Pero llorar es un desahogo beneficioso que libera nuestra emoción y evita que usemos la alimentación como válvula de escape para huir de lo que no nos gusta sentir, según una experta en nutrición emocional. Publicado en la Revista Pausa.

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Llorar es un desahogo beneficioso que libera nuestra emoción y evita que usemos la alimentación como válvula de escape.

Al llorar y desahogarnos, no solo nos “quitamos un peso de encima” en sentido figurado, al aliviar en cierta medida la preocupación que nos oprime psicológica y emocionalmente, sino que además ayudamos indirectamente a evitar que nuestro peso aumente de una manera física y perceptible en la balanza, según una experta.

Si reprimimos sistemáticamente nuestras emociones, podríamos correr más riesgo de engordar al comer en exceso, pues utilizaríamos la comida como válvula de escape, según la especialista chilena Fran Sabal, fundadora de la Escuela de Nutrición Emocional (ENE) (https://escueladenutricionemocional.com).

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“Tengo que ser fuerte y aguantar”. “No debo llorar”. “¿Qué pensarán o dirán sobre mí si me dejo llevar por el llanto?”. Son pensamientos que a menudo nos llevan a reprimir las lágrimas, al igual que el clásico “los hombres no lloran”, explica Sabal.

Pero a pesar de lo que opinen los demás y de lo que hayamos aprendido desde la niñez, llorar no es negativo. Es un acto beneficioso que “nuestro cuerpo agradece, tanto a nivel emocional como físico”, de acuerdo con esta experta. Pero a pesar de lo que opinen los demás y de lo que hayamos aprendido desde la niñez, llorar no es negativo. Es un acto beneficioso que “nuestro cuerpo agradece, tanto a nivel emocional como físico”, de acuerdo con esta experta.

Este enfoque va acorde con la nutrición emocional, que aborda la alimentación de modo global, según el peso corporal y la salud digestiva, como resultado de la interacción de cuatro niveles de nuestro ser: mental, emocional, nutricional y espiritual, explica Sabal, licenciada en Nutrición y Dietética, y con posgrado en Enfermedades Crónicas y Obesidad. Las emociones y la alimentación se influyen recíprocamente, según la especialista, quien a través de sus talleres y de un libro que describe este concepto y un método para aplicarlo ofrece claves para que esta influencia sea mutuamente positiva y enriquecedora.

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Foto: EFE.

Para conseguirlo, aplica a la nutrición distintas herramientas de gestión del pensamiento y la emoción, como la programación neurolingüística (PNL), la atención plena (Mindfulness), la alimentación consciente (Mindful Eating), la neurociencia y la inteligencia emocional. “Muchas veces nos avergüenza mostrar nuestras emociones e incluso liberarlas, bien sea por la imagen que nos hemos creado de nosotros mismos o por ‘el qué dirán’, pero hay que sentirlas y expresarlas, porque de esta forma aprendemos a gestionarlas y a conocernos mejor”, apunta.

Efectos positivos de llorar

Señala que uno de los principales problemas que tenemos con las emociones es que desde nuestra infancia nos enseñan a clasificarlas como “buenas” o “malas”. Pero lo cierto es que simplemente “son emociones y debemos permitir que fluyan para que a la larga seamos capaces de entender el mensaje que traen consigo”.

Según esta especialista, dejar que el llanto fluya en vez de reprimirlo ejerce efectos positivos, como ayudarnos a:

  • 1. Gestionar nuestras emociones, ser conscientes de lo que estamos sintiendo y dejarnos guiar por el mensaje que nos traen.
  • 2. Soltar ese dolor que llevamos dentro sin permitir que se alargue más de lo debido en el tiempo.
  • 3. Calmarnos y relajarnos.
  • 4. Reducir la ansiedad y el estrés.
  • 5. Conocer mejor nuestros límites y así saber hasta dónde podemos llegar en determinada situación.
  • 6. Ser conscientes de nuestra vulnerabilidad y necesidad de apoyo, algo natural, ya que somos seres vulnerables y sociales.
  • 7. Reconfortarnos al pedir ayuda a los demás y contar con ellos.

Sabal explica cómo puede influir la represión sistemática del llanto en la alimentación y el peso corporal, en particular: “Sobreestimamos las emociones que nos gustan, creyendo que son correctas y siempre deberíamos sentirnos así. Pero la vida tiene altos y bajos, e incluye momentos de dolor que no nos gusta sentir, y que, por lo tanto, rechazamos, nos resistimos e incluso las reprimimos, lo cual las aumenta”.

Abrazar todas las emociones

Por ejemplo, cuando sentimos tristeza, a menudo lo negamos, tratamos de restarle importancia o evadirnos, pero la pena sigue ahí, acumulándose y estancándose.

Para Sabal, las emociones podrían describirse como “una energía que circula” por nuestro cuerpo. Cuando las reprimimos y no la liberamos, al no permitirnos sentir pena o dolor, toda esa energía tiene que salir de alguna manera, “y muchas veces la manera de canalizarla que tenemos es comiendo”, advierte.

En algunos casos, “el dolor y la pena son tan grandes que, al no saber gestionarlos, queremos huir de lo que sentimos, y la comida (que depara un placer fugaz) se transforma en una vía de escape. Este es uno de los factores que llevan a que mucha gente con una tristeza profunda y sostenida aumente mucho de peso”, explica.

En cambio, “si nos permitimos sentir lo que sea sin necesidad de ocultarlo o escapar, no necesitaremos vías de escape, porque vamos a mirar las emociones de frente, con lo cual la comida recuperará su lugar, que es el de nutrirnos y no el de ser un consuelo ante las distintas situaciones de la vida”, destaca.

Si nos permitimos llorar, así como sentir cualquier emoción; si la abrazamos en vez de evadirla, escuchamos la información que nos trae, entendemos lo que estamos sintiendo y qué refleja en nuestra vida, aprenderemos de lo que estamos viviendo, creceremos como personas y trascenderemos la emoción en vez de quedarnos “enganchados” en ese sentir, según esta especialista.

“Cuando sintamos tristeza o una emoción que nos genera incomodidad, debemos sentarnos y mirarla de frente, respirarla, en lugar de llenarnos de actividades, huir de nosotros mismos y mantenernos muy ocupados para evadirnos”, aconseja.

Señala que “debemos prestar atención y sentir en qué parte de nuestro cuerpo se localiza esa emoción, cómo se va presentando, qué sensaciones produce e incluso imaginarla, ponerle rostro y conversar con ella, preguntarle para qué está aquí, que equivale a preguntarse cuál es el sentido de que me sienta así”.

“Hay que darle espacio a la emoción porque siempre nos trae un mensaje y tiene un sentido; no desaparecerá hasta que la escuchemos”, recalca Sabal.

“Si nos permitimos llorar, sin resistirnos a lo que está sucediendo, aceptando el momento presente, sentiremos algo que la vida nos entrega y de lo cual podemos aprender” concluye.

Por Ricardo Segura / EFE Reportajes.

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