Llegamos a junio del 2021 y lejos de tener una situación de normalidad como esperábamos hace unos meses, acá estamos luchando, como muchos otros países, con esta crisis sanitaria que empeora en vez de mejorar.
Las empresas y organizaciones somos actores clave de la economía y como tales nuestras acciones tienen efectos trascendentes siempre, y más aún en tiempos de crisis tan severas como estas. Ya hemos visto que, manteniendo los sectores a nuestro cargo activos, las fuentes de trabajo preservadas y el cuidado de la salud de nuestros equipos se hace una gran contribución en tiempos críticos como los que vivimos.
Ahora ya estamos en otro momento y la principal responsabilidad que tenemos como líderes organizacionales es la reactivación de nuestras empresas, que así reavivan la economía al generar un círculo virtuoso de dinámica en el mercado que genera beneficios para todos. Y en ese sentido, a tantos meses del inicio de la pandemia y con un futuro aún incierto, el mercado ya está funcionando bajo nuevas reglas, nuevos deseos de los clientes, nuevas dificultades de aprovisionamiento, nuevas restricciones, etc., que no podemos ignorar. Esto nos impulsa a pasar del momento de supervivencia a uno de reinvención, y así transitar nuevos caminos para avanzar y seguir prosperando. Una crisis de esta magnitud bien gestionada puede ser una gran oportunidad, una herramienta poderosa de aprendizaje para no volver a lo que éramos, sino a lo que hace falta ahora.
Pero hay una nueva condición que ya estaba creciendo como mentalidad en la gente y que hoy dejó de ser una opción para convertirse en una obligación de toda organización que quiere tener oportunidades en la nueva realidad, la necesidad de instalar en nuestras organizaciones el “paradigma del cuidado”, término que acuñó el filósofo colombiano Bernardo Toro invitándonos a ver el planeta como el lugar que debemos cuidar entre todos para que la humanidad no desaparezca.
Con la pandemia pudimos constatar que es imposible progresar en una sociedad fracasada, golpeada económicamente y paralizada por el miedo y el dolor. De ahí la imperiosa necesidad de asumir un liderazgo 5.0 que implica asumir una responsabilidad de cuidado mucho más amplia. Incluyendo el cuidado de todos los grupos de interés y los ecosistemas asociados al devenir de una organización. La industria 4.0 nos encaminó a la aplicación exhaustiva de la tecnología y el liderazgo 5.0 nos vuelca la mirada al valor de lo humano, sin lo cual todo lo demás no tiene sentido. Ya no basta con tener estructuras adecuadas, sistemas y gente capacitada, además necesitamos agregar una mirada social que nos permita conocer mejor a nuestros colaboradores, clientes, proveedores y a la sociedad para poder tomarles profundamente en consideración y no intentar imponerles nuestros modelos de gestión, o nuestros productos o servicios.
El liderazgo 5.0 es un liderazgo humanizante. ¿Te sumas?