Cuando en febrero pasado, el doctor Guillermo Sequera, director de Vigilancia de la Salud señalaba a medios de prensa, que “es difícil ser Paraguay en la geopolítica internacional”, haciendo referencia a las dificultades para acceder a las vacunas contra el Covid-19, era poco probable que uno pudiera imaginarse con total claridad a qué se refería o comprender la gravedad de aquello a lo que estaba aludiendo. Y agregaba que la gestión externa para la obtención de los biológicos es muy difícil, porque las negociaciones “van mucho más allá del dinero que se tenga. Son otras las negociaciones. A veces el factor ideológico facilita las cosas…”, decía.
Hoy la película está más clara. Las vacunas se transformaron en instrumento de poder económico y principalmente político de las potencias mundiales. “Veíamos que las compras se iban asegurando para los países más poderosos”, acotaba.
Así ocurrió y así ocurre. El mecanismo Covax, impulsado por la OMS, y al que Paraguay confió en su momento, está catalogado por varias naciones como “un fracaso”.
Según informes de AS/COA-Americas Society Council of the Americas, hasta abril pasado el 87% de las 700 millones de vacunas distribuidas mundialmente fueron destinadas a países de ingresos altos o medios, mientras que los de bajos ingresos o en desarrollo han recibido solo 0,2% de las vacunas globales.
Analistas señalan que la distribución de dosis está provocando una especie de “guerra fría” de vacunas, dado que China y Rusia están haciendo promesas de entregas a países aliados de América Latina como forma de presión a EEUU. En este contexto, el presidente francés Emmanuel Macron dijo que los países más ricos deberían donar el 5% de los suministros de vacunas a las naciones más pobres, ya que muchos se han asegurado con cantidades “varias veces más grandes” que sus necesidades. No en vano, en abril pasado, el papa Francisco volvió a expresar que el acceso a las vacunas “sea para todos igual, con ayuda a los países más vulnerables”.
“Hay un juego político, económico y estratégico detrás de las vacunas que es una receta para el desastre...”, expresó a BBC New Mundo, Richard N. Haass, presidente del centro Council on Foreign Relations (CFR) denominando al fenómeno: “nacionalismo de las vacunas”
En nuestro caso, Paraguay recibió apenas 484.400 vacunas de las más de 8 millones 200 mil que adquirió de diferentes representantes. La mayor cantidad de los biológicos que Paraguay adquirió lo hizo a través del mecanismo Covax, con un total de 4.279.800 dosis, de las cuales solo se recibieron 170.400. Asimismo, de las 2 millones de dosis de Covaxin que se adquirieron de la India, no arribaron hasta el momento ninguna, mientras que de las 1 millón de vacunas rusas, solo se recibieron 64.000 Sputnik V. (ÚH-24/05/21).
¿Cuál es el problema? ¿Por qué el contrato de un país vale más que el de otro? ¿O será que Paraguay no está alineado a ciertas políticas internacionales y lo está pagando? Las argumentaciones del porqué no llegan van desde la alta demanda mundial –como si no fuéramos parte del mundo– hasta problemas de logística. Lo cierto es que parecen más excusas que otra cosa. Para complicar el panorama, existen cláusulas de confidencialidad que obligan al Estado a no compartir cierta información y que su incumplimiento podría ocasionar la cancelación del contrato. Algo no está bien en estos acuerdos forzados.
Entre tantas cuestiones que sacan a relucir esta problemática se encuentra, la necesidad de fortalecer nuestra política exterior, profesionalizarla, generar estrategias y acuerdos, posicionarnos; por otro, la necesidad de priorizar la urgencia educativa y sanitaria que enfrentamos; apuntalar la investigación, fortalecer el sistema de salud. La independencia, soberanía y libertad de una nación se juegan en estos ámbitos. Hoy dependemos de este angustioso juego político, pero corresponde reclamar, ser autocrítico, tomar nota y aprender la lección.