28 may. 2025

La virtud de la caridad

Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas. La caridad se distingue de la sociabilidad natural, de la fraternidad que nace del vínculo de la sangre, de la compasión de la miseria ajena. Pero la virtud teologal de la caridad no excluye estos amores legítimos de la tierra, los asume y sobrenaturaliza, los purifica y los hace más profundos y firmes. La caridad del cristiano se expresa en las virtudes de la convivencia humana, en las muestras de educación y cortesía, así quedan elevadas a un orden superior y definitivo.

Sin ella, la vida se queda vacía... La elocuencia más sublime, y todas las buenas obras si pudieran darse, serían como sonido de campana o de címbalo, que apenas dura unos instantes y se apaga. Sin la caridad –nos lo dice el apóstol–, de poco sirven los dones más apreciados: si no tengo caridad, nada soy. Muchos doctores y escribas sabían más de Dios, más que la mayoría de quienes acompañaban a Jesús –gente que ignora la ley–, pero su ciencia quedó sin fruto. No entendieron lo fundamental: la presencia del Mesías en medio de ellos, y su mensaje de comprensión, respeto y amor.

San Pablo señala las cualidades que adornan la caridad. Nos dice que la caridad es paciente con los demás. Para hacer el bien se ha de saber primero soportar el mal, renunciando al enfado, al malhumor. La caridad no termina jamás. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la ciencia quedará anulada. Ahora permanecen la fe, la esperanza, la caridad: tres virtudes, la mayor: la caridad.

Estas tres virtudes teologales, las más importantes de la vida cristiana porque tienen a Dios como objeto y fin. La fe y la esperanza no permanecen en el cielo: la fe es sustituida por la visión beatífica; la esperanza, por la posesión de Dios. La caridad, en cambio, perdura; aquí en la tierra es el inicio del cielo, y la vida eterna consistirá en un acto ininterrumpido de caridad.

Cuando crecemos en la caridad, las virtudes se enriquecen y se hacen fuertes. Si acudimos frecuentemente a la Virgen, Ella nos enseñará a querer y a tratar a los demás, es Maestra de caridad. “La inmensa caridad de María por la humanidad hace que se cumpla, en Ella, la afirmación de Cristo: nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos”.

El Papa, sobre el evangelio de hoy, dijo: “Tras de una primera reacción positiva, alguno movido por la polilla de la envidia dijo: ¿Dónde estudió este? ¿No es el hijo de José? Y nosotros conocemos a toda su familia, ¿y en qué universidad estudió? Entonces pretendían que le hiciera un milagro: solo después habrían creído. Comenzaron a empujarlo para tirarlo al barranco por envidia.

No se trató de un evento de hace dos mil años atrás, esto sucede cada día, cada vez que se acoge a alguien hablando bien el primer día y después siempre menos, hasta llegar a la habladuría, casi hasta desollarlo. Quien en una comunidad habla contra un hermano acaba por querer asesinarlo. Para que haya paz en la comunidad, familia o país, hay que empezar a estar con el Señor.

(De www.homiletica.org y http://es.catholic.net)