Por estas fechas, el ajetreo diario de nuestra cotidianidad hace una pausa y en medio del calor imperante en las calles asuncenas, unas figuritas de arcilla invitan a quien quiera a sumergirse en el ambiente navideño que mueve la sensibilidad de todo ser humano.
Están allí, coloridas, alegres, con vida propia. Basta volver la vista al costado de alguna acera de cualquier avenida para verlas. El Niñito, la Virgen María, San José, la ovejita, el burrito, los tres Reyes Magos... son los integrantes del tradicional pesebre, siempre acompañados del aroma inconfundible de la flor de coco.
Son fruto del esfuerzo de manos de artesanos que con ellas esperan ganarse el pan diario. Las ofertas son tan variadas como gustos existen. Y los precios accesibles como para que nadie quede sin su pesebre.
Así, tan sencillo como bonito puede ser un juego de 5.000 guaraníes como aquel de 3.000.000
Los compradores miran detenidamente las imágenes y las eligen de acuerdo a sus gustos y posibilidades. Algunos las compran por unidad, otros abaratan los costos llevándose el conjunto que incluye las piezas principales y los animalitos, más el ángel que cuida al Niño.
Este es el espíritu de Navidad que busca la unión y la paz a través del Niño Jesús, al que tantas familias brindan ternura alrededor del pesebre adornado, esperando la noche en que los ángeles canten gloria y las estrellas brillen más.